- El ateísmo, ¿ una nueva religión?
Publicado en Heraldo de Aragón en fecha indeterminada
En las ciencias sociales las teorías sobre la religión fluctúan en torno a dos principios fundamentales según los cuales la religión vendría a ser una creencia y una sacralización. Lo cierto es que si contemplamos las religiones que existen a nuestro alrededor nos encontramos con que incorporan ambas cosas, tanto una creencia en la existencia de una vida más allá de la muerte, como un conjunto de objetos y ceremonias sagradas socialmente constituidas en iglesias o comunidades. Conviene recordar estos principios ante la nueva presencia de un ateísmo organizado que va a comenzar sus actividades públicas insertando mensajes ateos en aquellos espacios de que disponen los autobuses urbanos para la publicidad. Esto no deja de ser una novedad, por lo menos en España, pues hasta ahora la existencia de ateos, agnósticos, no creyentes e indiferentes, tenía sólo una dimensión personal e intransferible, que siempre necesita, sin embargo, algo muy valioso y que no existe en muchos países, libertad de conciencia. Ahora hay gentes que pretenden sacar a una de estas conciencias, el ateísmo, de la esfera personal, íntima incluso, en la que se encontraba para colocarla en la esfera pública y de este modo hacer proselitismo. ¿ Qué significa todo esto?
Deberíamos empezar por caracterizar a la conciencia no religiosa tal como existe en nuestra sociedad, con toda su diversidad, pues incluye a ateos, que afirman la no existencia de Dios, agnósticos, que no creen en él, escépticos, que dudan de su existencia e indiferentes, que ni siquiera lo toman en cuenta. Pues bien estas conciencias no religiosas lo son porque carecen de los dos elementos básicos de la religión, la creencia y la sacralización. A mí me parece que este giro, que algunos ateos pretenden dar, significa actuar de un modo muy semejante a la sacralización lo cual podría llevar, implícitamente por lo menos, a una nueva creencia: que Dios no existe. Puede parecer una paradoja pero no lo es si nos fijamos en ciertos hechos.
La sacralización o constitución de lo sagrado, sólo puede existir socialmente, nunca individualmente, ya que se funda en la ceremonia o en el ritual en torno a lo sagrado. Un individuo, por sí sólo, no puede crear ningún acto de adoración o veneración a lo sagrado, aunque sí puede, como en el caso de la oración, reproducir alguno que ya existe en lo más íntimo. Esto significa que la conciencia no religiosa es forzosamente individual y que si sale de esta esfera empieza a desvirtuarse, adquiriendo nuevas propiedades, que antes no tenía y que serían equiparables a aquellas otras que son propias de la religión. Por ejemplo, el proselitismo, presente en esta primera campaña ateísta y que como toda campaña propagandística pretende convencer a quienes todavía no lo están. Otra propiedad, que se acrecentará en el futuro, será la creación de la ortodoxia. Por ejemplo, el "probablemente" de esta campaña ya ha sido cuestionado por otros ateos, al parecer, más radicales. Que finalmente surjan organizaciones o iglesias del ateísmo no es algo tan descabellado y si no al tiempo. Obviamente no se llamarán iglesias, pero también tendrán dirigentes cuyo papel será parecido al de sacerdotes, pastores o imanes ya que querrán tener una autoridad legítima sobre las conciencias ateas de sus seguidores.
En mi opinión toda reunión o congregación de personas en torno a la creencia tanto en la existencia como en la no existencia de otra vida más allá de la muerte, acaba convirtiéndose en una religión o comunidad de creyentes, sea ésta positiva o negativa en relación a la gran pregunta existencial que tiene ante sí la humanidad,: ¿ qué hay más allá de la muerte?. Quien no posee esta creencia y su conciencia no es religiosa, por la razón que sea, nunca se reunirá con otros para compartirla, difundirla o imponerla, pues si lo hace la desvirtúa. Si la presión de la religión sobre la sociedad se vuelve insoportable, como ha sucedido y aún sucede en muchos lugares, la reacción lógica del no creyente es rebelarse pero no en nombre del ateísmo o de cualquiera otra conciencia no religiosa, sino en nombre de la libertad de conciencia.