es

-El terrror, el terrorismo y sus narrativas


Gaspar Mairal Buil

  El terror   

 El atentado terrorista 

Las organizaciones terroristas: Euzkadi Ta Askatasuna /ETA)

 El terrorista suicida, ¿es acaso un suicida?


EL TERROR

El vocablo "terror" ha servido a los historiadores para caracterizar a aquel período de la Revolución francesa que va de septiembre de 1793 a la primavera de 1794 y que estuvo dominado por la brutal y sanguinaria represión que aplicaron los jacobinos a sus enemigos políticos. Pero también otras revoluciones, como la rusa, hicieron lo propio al poner en marcha una gran maquinaria represiva so pretexto de las amenazas que se cernían sobre el proceso revolucionario y justificándola en la necesidad de salvar dicha revolución. Tras el triunfo inicial de la Revolución rusa los bolcheviques ya aludían al "terror revolucionario" para describir y sobre todo justificar la brutal represión de popes, nobles, burgueses, blancos, liberales, mencheviques, social-revolucionarios y anarquistas.

Pensaba comenzar mi relato sobre el terror con este punto de partida, bastante convencional por otra parte, pero al rememorar una idea que de vez en cuando me asalta: ¿cómo pudo haber sido un auto de fe de los que organizaba el Santo Oficio en la España de los siglos XVI y XVII?, he pensado que era importante reflexionar sobre este acontecimiento histórico. Tengo presentes las imágenes de los viejos grabados de la época o también el cuadro Auto de Fe pintado en 1495 por Pedro Berruguete y que hoy se exhibe en el Museo del Prado, para evocar imágenes capaces de representar un escenario como el de la atestada plaza mayor de Madrid cuando los monarcas y la corte al completo se disponían a presidir un nuevo auto de fe tras el que serían quemados algunos herejes y conversos. Mantengo la idea de que el terrorismo, dentro del conjunto de los diversos tipos de actos violentos y criminales, se caracteriza por su dimensión narrativa o representacional. Desde este punto de vista un auto de fe con su intensa teatralización como espectáculo al que acudían las muchedumbres, viene a ejemplificar con cierta contundencia este hecho que es para mí tan definitorio del terror y el terrorismo. La violencia es sólo una parte, insustituible por supuesto, de un acontecimiento que va más allá al tener la pretensión de decir algo, siempre terrible y en consonancia con el daño provocado. La violencia y el relato son entonces inseparables. En su obra La inquisición española Joseph Pérez le atribuye a un jurista, Francisco Peña, este comentario sobre los autos de fe:

"la finalidad primera del proceso y de la condena a muerte no es salvar el alma del acusado sino procurar el bien público y atemorizar al pueblo"[1]

En este texto ya se proclaman una de las claves del terror, que no son otras que su justificación, el bien público, y su objetivo, atemorizar - también podríamos decir "aterrorizar"- al pueblo. El terror jacobino de la Revolución francesa era dirigido por un así llamado comité de Salvación Pública, lo que nos permite constatar cuánto hubo de semejante en estas dos persecuciones. En estos casos el terror se legitima como un instrumento del estado y para ser efectivo, ya que se vincula al bien público, es preciso un efecto de publicidad y que las sentencias y abjuraciones sean leídas en público: "Para instruir y también para infundir terror". Así pues, la alusión precisa al "terror" ya está presente en este texto escrito en 1578.

Los antecedentes del auto de fe y de acuerdo con el propio Joseph Pérez, se encuentran en la persecución que sufrieron los albigenses en el mediodía francés a comienzos del XIV y en España el primer auto de fe tuvo lugar en Sevilla el 6 de febrero de 1481. Si bien los primeros autos de fe debieron ser breves y austeros, en 1559 y tras haber sofocado los brotes luteranos de Sevilla y Valladolid, comenzaron a reforzarse con una gran parafernalia litúrgica y ceremonial.

El terror fue concebido primero como la producción de una violencia intensa dirigida hacia unos colectivos más o menos definidos a los que se pretendía destruir y después como una acción que resultara ejemplar. Para lograr esto la violencia tenía que desprender un relato que llegara fácilmente a la gente y siempre referido al destino que le esperaba a cualquier opositor. Lo que en términos generales podríamos llamar un "escarmiento" ha sido habitual en todas las épocas y como tal un recurso frecuentemente usado en el ejercicio del poder, pero el "terror", a partir de la Revolución francesa, se constituye como una acción de gran violencia en la que acaba predominando el relato que contiene sobre las consecuencias inmediatas de dicha violencia que no son otras que la eliminación de algunos o muchos adversarios. Comparemos, sin salir de Francia, este terror revolucionario con otro episodio histórico de gran violencia como la llamada Noche de San Bartolomé. En la noche del 23 al 24 de agosto de 1572 dio comienzo en París una gran matanza de protestantes franceses, conocidos como hugonotes, instigada por el partido católico francés y consentida por el propio rey de Francia, Carlos IX. Un gran número de hugonotes fueron asesinados en esa noche y en los días subsiguientes y entre ellos su propio líder el almirante Gaspar de Coligny. Esta enorme matanza no puede ser equiparada con el terror, pues su finalidad era la de aniquilar al enemigo, los hugonotes liderados por Coligny. Como en todas las grandes matanzas las cifras que posteriormente se han ofrecido deben mucho a la posición de quien las calcula pero también y cuando los mismos hechos han sido objeto de investigación por historiadores más ponderados, se pueden ofrecer números verosímiles. La noche de San Bartolomé pudo producir algo más de 2.000 víctimas y de ellas 1.000 sólo en París. Esta gran matanza comienza el día 25 de Agosto de 1572 y concluye el 30 de Octubre del mismo año. El Terror revolucionario de 1793-94 y de acuerdo con los cálculos más verosímiles produjo entre 11.000 y 14.000 muertes a lo largo de un período de casi once meses. A partir de estas cifras podemos concluir que ambas matanzas fueron masivas, si bien se diferencian por la organización del Terror revolucionario de 1793-94 que era dirigido por autoridades, mediante el uso de la fuerza pública, tribunales de justicia y ejecuciones públicas. Mucho habían cambiado las cosas desde aquel año de 1572. La matanza de la Noche de San Bartolomé nunca fue "reivindicada", concepto que tomaré muy en cuenta a la hora de analizar el surgimiento del terrorismo, ni por sus instigadores, los Guisa, que lideraban el partido católico francés junto con María de Médicis, ni por su responsable más directo el rey Carlos IX de Francia. Por el contrario, la matanza sí fue "justificada" cuando pocos días después de su inicio el propio Carlos IX reunió al parlamento para explicar la necesidad de esta acción, puesto que, según él, el almirante Coligny y los principales líderes hugonotes con el apoyo de algunos príncipes europeos protestantes, habían organizado una conspiración para deponerle y asesinarle. El monarca se justificó en la necesidad de anticiparse a esta conspiración. La reivindicación viene a ser la asunción del relato que el hecho en sí pudiera ofrecer, la justificación, siendo también una forma débil de asumir alguna responsabilidad, no se suma al relato. La Noche de San Bartolomé nunca fue reivindicada y como tal no fue un acto terrorista y no porque no resultara ser cruel y sanguinaria, un crimen en cualquier caso, sino porque por aquel entonces no existía todavía el terror.

Si nos detenemos ahora en el Terror desatado por los Jacobinos en el período álgido de la Revolución Francesa, veremos importantes novedades históricas que radican en el procedimiento[2] ya que las víctimas primero fueron detenidas en nombre de una autoridad y encarceladas, después en unos casos, quizás la mayoría, fueron sometidas a unos juicios rápidos y carentes de garantía alguna, por el que fueron condenados a la pena capital que fue ejecutada rápidamente. El proceso aplicado a propio Luis XVI viene a ser un buen ejemplo, puesto que la guillotina que se alzaba en la plaza de la Revolución venía a ser el último acto de una representación pública, ahora ante la muchedumbre que asistía a este macabro espectáculo. Cada instante de este proceso, que era público, venía a ser una palabra más añadida al relato completo que daba cuerpo a la proclamación o reivindicación: que éste iba a ser el destino final de todos los "traidores".

He comparado en dos momentos precisos de la historia de Francia dos tipos de acontecimientos criminales que nos pueden conducir a una primera evaluación del terror y el terrorismo. En el primer tipo nos encontramos con acciones violentas destinadas a perseguir y aniquilar a los enemigos en una campaña o movilización masiva sostenida durante un cierto tiempo. Esto es lo que tienen en común la Noche de San Bartolomé y el Terror revolucionario. Más allá de esto surgen las diferencias pues la Noche de San Bartolomé no exhibía un relato y no pretendía difundir un mensaje a la población en general. No hubo una demostración pública ni tampoco detenciones, juicios o ejecuciones, sino solo actos organizados para neutralizar a los enemigos asesinándolos. Interesaba que la responsabilidad de quienes habían organizado esta matanza quedara oculta. El Terror tuvo desde el principio y muy especialmente a partir de la detención, juicio y ejecución de Luis XVI, una gran notoriedad pública que los propios dirigentes revolucionarios promovían con innumerables actos propagandísticos. Pretendían estimular a sus partidarios y sobre todo, atemorizar a sus adversarios y a la población en general. Estamos así ante un fenómeno históricamente nuevo que combina su gran violencia aniquiladora con un relato que se difunde ampliamente gracias a la propagación de dicha violencia. Lo que las autoridades, que pusieron en funcionamiento el Terror por primera vez, llevaron a cabo fue una gran escenificación de la violencia, gracias a algunos de los nuevos instrumentos que el estado republicano había creado: la convención o la asamblea nacional, los tribunales de justicia, la guillotina y la prensa. Este aparato represivo de carácter masivo servía para producir el terror. Ahora podemos identificar este nuevo sistema de producción del terror que no es otra cosa que la propagación del relato que va asociado a la violencia. El Terror de la Revolución francesa se caracterizó por la exhibición de la violencia y su difusión gracias a un nuevo instrumento de propagación como la prensa que nacía por aquel entonces.

Un episodio histórico comparable a éste fue el "terror rojo" que desataron los bolcheviques en Rusia poco después del triunfo de la revolución. El 18 de Agosto de 1918 una activista socialista-revolucionaria llamada Fanny Kaplan atentó contra la vida de V.I. Lenin, disparándole tres veces cuando éste salía de una fábrica. Fue ejecutada el 3 de Febrero de 1918 pero antes aún pudo declarar:

"Hice fuego contra Lenin (...) porque lo considero como un traidor al socialismo y porque su existencia desacredita al socialismo......"[3]

No deja de ser curioso, pero también ilustrador, este pronunciamiento tan semejante al que hizo Charlotte Corday tras haber asesinado a Marat. Este atentado terrorista vino a ser el pretexto para una campaña masiva dirigida a la destrucción de toda oposición anti-bolchevique. En este caso el terror fue cuidadosamente preparado y organizado hasta el punto de ser proclamado como tal bajo la denominación de "terror rojo". El 3 de septiembre de 1918 el diario Izvestia apelaba a la clase obrera para:

"aplastar la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo! quien se atreva a difundir el más ligero rumor contra el régimen Soviético será arrestado inmediatamente y enviado a un campo de concentración"[4].

El "terror rojo" perduró hasta que la revolución soviética quedó asentada tras la guerra civil de 1918-1922 y fue concebido por Félix Dzerzhinski que había fundado y dirigía la policía política del régimen soviético conocida entonces como la Checa. Este "terror rojo" no alcanzó a tener el grado de exhibición pública que fue propio del Terror organizado durante la Revolución francesa, pero tal exhibición ya no era tan necesaria cuando los medios de propaganda a disposición del gobierno soviético eran incomparablemente más potentes que las hojas, folletos y periódicos artesanales de los que disponían los jacobinos. La eliminación de cualquier oponente no derivaba de un juicio que aportara pruebas para demostrar que el acusado hubiera cometido un acto considerado "contrarrevolucionario", sino que se trataba más bien de una guerra de clases en la que la mayor parte de los enemigos lo eran por su identificación con las clases dominantes. Victor Serge testigo de la revolución y posteriormente uno de los primeros críticos del estalinismo, aporta algunos datos en su El año I de la revolución rusa:

" De Kostrona escriben: " Han sido ejecutados siete blancos; la alta burguesía se encuentra en nuestras manos y la empleamos en la limpieza de los cuarteles". En Nijni-Novgorod cayeron 41 popes, oficiales, policías y capitalistas; en Orlov cerca de Viatka, 23; en Chui, 8; en Kursk, 9; la Checa de una pequeña localidad llamada Kirma envía a Moscú una lista de 12 contrarrevolucionarios, bandidos, ladrones y charlatanes que han sido ejecutados."[5]

El terror, al que hemos venido identificando con la acción de gobiernos y fuerzas que dirigen una revolución, perdió en muchos casos sus perfiles clásicos para adoptar otras formas en las que el relato cedió su preminencia a otro objetivo de mayor perversidad, si cabe, como el exterminio. Vale la pena preguntarse si acaso el terror ha dejado paso en la historia a otras formas de violencia criminal masiva y es el siglo XX el que sí nos muestra cómo esta violencia ha sido puesta en práctica de formas diversas y con variadas combinaciones. En algunos casos esta trasformación se produjo cuando los revolucionarios que habían impulsado el terror consiguieron estabilizar su poder y crearon a partir de él un régimen político totalitario, algo que no sucedió durante la Revolución francesa. La Unión Soviética es el ejemplo más pertinente.

En la Unión Soviética el abandono del "terror rojo" a partir del momento en que la revolución bolchevique se estabiliza tras la guerra civil, da paso a una nueva forma de violencia criminal masiva. Se trata del llamado GULAG, denominación que popularizó el escritor y premio Nobel Alexander Solzhenitsky y que corresponde al acrónimo usado para referirse al gran sistema de internamiento en campos de trabajos forzados que fue organizado durante el período estalinista y en el que murieron varios millones de personas. El antecedente del GULAG fue la gran prisión creada por las autoridades soviéticas en el monasterio situado en la isla de Solovki en el Mar Blanco y a donde fueron llevados en gran número los primeros opositores al estado soviético. El 13 de octubre de 1923 y a partir de una iniciativa de Félix Dzerzhinski, el fundador de la Checa o policía política soviética, el gobierno de la URSS confiscó el monasterio de Solovki, junto con otros monasterios, para crear un sistema llamado "campos de destino especial del norte" o SLON, antecedente principal del GULAG. En 1925 ya había 6.000 internados. Sin embargo, el hecho más importante que se produjo aquí fue protagonizado por un antiguo prisionero Naftalí Frenkel que ascendiendo de categoría llegó a ser el jefe más influyente de Solovki. El propio Solzhenitsky escribe en Archipiélago Gulag que fue Frenkel quien propuso alimentar a los prisioneros según el trabajo que realizaban. Tras el fin de la Unión Soviética y con la apertura que se produjo durante un período de tiempo en el que los archivos soviéticos fueron accesibles, el papel desempeñado por este personaje pareció más relevante. Así lo describe Anne Applebaum:

"Sin embargo los archivos recién abiertos, especialmente los de Carelia (la república soviética a la que pertenecía Solovki entonces) permiten apreciar claramente su importancia. Aunque Frenkel no inventara cada detalle del sistema, encontró una forma de convertir el campo de prisioneros en una institución económica rentable, y lo hizo en el momento, el lugar y el modo adecuados para suscitar el interés de Stalin por esa idea"[6]

Aquí nacerá el germen de la nueva concepción de esta violencia criminal masiva que pondrá en marcha la Unión Soviética bajo la férula de Stalin. Esta violencia dio forma a un gran sistema de producción que al estado soviético le aportaba enormes beneficios. La esclavitud y los trabajos forzados fueron la clave de este nuevo sistema de producción, el GULAG, que mientras existió le suministró al estado soviético ingentes cantidades de materias primas (madera, oro o algodón) que eran comercializadas en el exterior y proporcionaban lo que la Unión Soviética más necesitaba que eran divisas. Pero el gran paso en la gestación del futuro GULAG se dio con la construcción del canal del Mar Blanco, una gigantesca obra de ingeniería impulsada especialmente por el propio Stalin y que tenía como objetivo construir una vía de 227 kilómetros para dar una salida navegable desde Leningrado y así conectar el Báltico con el Mar Blanco[7]. Esta gran obra fue aprobada en 1931 y en septiembre de ese mismo año comenzaron las obras. Los prisioneros bajo control del SLON fueron transferidos a estas obras junto con otros muchos más que fueron llegando. En los 21 meses que duraron las obras de este canal 170.000 prisioneros[8] y "desterrados políticos" trabajaron en ellas y concluyeron en agosto de 1933 en tiempo récord. Sólo entonces 12.484 prisioneros fueron liberados. Esta fue una obra gigantesca para la que y dada la escasez de tecnología, infraestructuras y maquinaria, se utilizó de forma masiva obra de mano esclava[9]. Por otra parte, esta gran construcción sí fue publicitada, si bien ocultando el uso masivo de prisioneros para su construcción, y constituyó el objeto de la propaganda de Stalin que se sirvió, como en otras ocasiones, del escritor Máximo Gorki para que coordinara un volumen titulado Belomor y en el que 36 escritores soviéticos ensalzaban esta gigantesca obra y por supuesto a su máximo líder Josif Stalin[10].

El internamiento en los campos de trabajo forzado se convirtió a partir de entonces en el destino de millones de ciudadanos soviéticos. El GULAG, iniciales en ruso de la expresión que podría traducirse como Dirección General de Campos de Trabajos, se creó en 1930 para absorber progresivamente a todos los organismos anteriores y fue puesto bajo el control de la entonces llamada OGPU o policía política soviética. Su dimensión fue aumentando en dos direcciones, una económica y territorial, pues se implantaron campos allí donde podían explotarse materias primas mediante el trabajo forzado. Así y en primer lugar los campos de trabajo se instalaron en el norte de la Unión Soviética para la tala y producción maderera, pues ésta fue durante bastantes años una de las grandes exportaciones soviéticas. Posteriormente el radio de implantación se extendió mucho más lejos hasta llegar a las estepas del Asia central soviética con la producción de algodón y finalmente hasta el extremo oriental de Siberia, en uno de los lugares más inhóspitos del planeta, la región de Kolimá donde se extraían oro y otros minerales valiosos. Una segunda dimensión fue la progresiva ampliación del tipo de gentes que eran internadas en el GULAG que ya no respondían a un único patrón pues su perfil era variado y cambiante. En principio fueron los opositores a la revolución bolchevique, desde los liberales a los anarquistas y todos los que eran identificados como elementos del viejo régimen como nobles, popes o burgueses, quienes fueron a parar a los primeros campos junto con todo tipo de delincuentes y presos comunes. Sin embargo, estas categorías fueron ampliándose en años sucesivos mostrando por una parte la necesidad de categorizar, exactamente en los mismos términos que la Revolución Francesa, como "enemigo del pueblo", a más gente ya que el sistema de producción del GULAG necesitaba remplazar a los miles de presos que morían constantemente a consecuencia de la dureza de las condiciones del internamiento, del clima o de las bajas raciones que recibían. Por otra parte, los propios avatares del estalinismo y de los acontecimientos políticos iban creando más y más enemigos a los que internar. Un buen ejemplo para el primer caso es el de los "kulaks" o campesinos acomodados que llegaron masivamente a los campos cuando Stalin inició la colectivización forzosa de la agricultura y declaró a los "kulaks" como nuevos "enemigos del pueblo". No obstante, esta misma denominación sirvió como "cajón de sastre" donde incluir a disidentes, gente sospechosa, elementos asociales y otras categorías de personas que resultaban molestas y que iban a engrosar el contingente de mano de obra esclava que el propio GULAG requería. Otro ejemplo fundamental es el que arranca en 1934 con las primeras purgas estalinistas y que continuará sin pausa hasta que tras la muerte de Stalin se inicie el proceso de denuncia del estalinismo que concluirá en el XX Congreso del Partido Comunista en 1956. Stalin llevó sus delirios de poder hasta la eliminación de todos aquellos a quienes consideraba rivales, posibles disidentes, trotskistas, reformistas, etc., en una paranoia de muerte que liquidará a miles de fervientes comunistas[11]. En otro sentido y dependiendo de los acontecimientos otros grupos de personas serán deportados en masa para engrosar la población prisionera en el GULAG. Fueron en primer lugar los llamados "alemanes del Volga", descendientes de los colonos alemanes con los que en el siglo XVIII Catalina la Grande había repoblado amplias extensiones de Rusia, quienes tras la invasión nazi son deportados en masa, pero también les siguieron otros grupos como los tártaros de Crimea o los chechenos, que resultaban sospechosos de nacionalismo y a los que el propio Stalin acusaba de haber colaborado con los nazis. El mosaico de gentes que fueron internadas en el GULAG era enorme y permite que en el relato de los supervivientes la llegada masiva de cada uno de estos contingentes resulten ser hitos destacados en el devenir de su propia memoria.

Esta breve descripción del GULAG nos lleva a descartar que fuera éste un acto de terror ya que, como tal, no contenía ningún relato[12] que debiera ser difundido. Esto sí fue propio del período del "terror revolucionario", pero cuando el régimen soviético se instala con firmeza tras la guerra civil, lo que puso en marcha fue una maquinaria tanto de producción como de exterminio. El régimen estalinista no necesitaba al GULAG para mantener el orden o el control absoluto sobre la población, pues para eso ya disponía de una maquinaria represiva enorme y muy eficaz. El terror no era ya una necesidad pues había cumplido satisfactoriamente su función para asentar la revolución. Por todo esto la caracterización del GULAG, que es una de las violencias masivas de mayor magnitud que ha conocido la humanidad, debe seguir otro patrón. Me inclino por usar el término de "crimen contra la humanidad".

Los nazis pusieron en marcha, como es bien sabido, la llamada "solución final" cuyo objetivo último era el exterminio de los judíos europeos. Es bien cierto que esta voluntad de exterminio incluía también a los gitanos aunque es difícil establecer el número de gitanos asesinados, si bien algunos historiadores dan la cifra de 220.000 lo cual significa que también los gitanos fueron víctimas de un genocidio. En cualquier caso, fueron varios millones los judíos que acabaron asesinados, bien por gas o arma de fuego, en un proceso criminal que ha sido denominado Holocausto. Pero hasta llegar a 1945 cuando la derrota de los nazis en la Segunda Guerra mundial puso punto final a este exterminio, hubo un período de varios años en los que los nazis, liderados por Adolf Hitler, crearon primero los principios ideológicos, profundamente antisemitas, del nacional-socialismo[13], pusieron en marcha un enorme aparato de propaganda y se lanzaron a la lucha callejera, una gran parte del cual tuvo a los judíos como víctimas. Todo esto se desarrolló en una situación general determinada por las duras consecuencias que tuvo para Alemania su derrota en la Primera Guerra mundial y la grave depresión que tanto afectó a su economía. La llegada de Hitler al poder el 2 de agosto de 1934 da comienzo a este proceso de destrucción de los judíos europeos e inmediatamente y para ello se decretan en 1935 las llamadas "Leyes de Nuremberg" mediante las cuales los nazis quieren proteger la "sangre" de Alemania. Esta ley expresa los principios básicos de la ciudadanía del Tercer Reich y con ello de la identidad alemana tal como la concebían los nazis. Las teorías raciales del nazismo consideraban que era la sangre la que trasmitía la pureza racial e igualmente lo contrario, de tal manera que este símbolo de descendencia se convirtió en el centro de la ideología nazi. Estas leyes determinaban pormenorizadamente[14] quienes eran judíos y por ello no podían ser considerados alemanes. Este fue el primer gran relato que venía a codificar en términos jurídicos todo el antisemitismo prevaleciente. Siguiendo estos principios casi diez millones de europeos fueron clasificados por los nazis como judíos y se propusieron exterminarlos, aunque muchos de ellos no se consideraban siquiera judíos. Esto viene a mostrar que la creación del enemigo es la parte primera y también fundamental del exterminio y en la que operan con inusitada fuerza los relatos. Así hicieron los nazis a través de su enorme maquinaria de propaganda difundiendo viejas historias que culpabilizaban a los judíos de todos los males o desarrollando otras nuevas de tinte racial y en las que el judío aparecía como un ser inferior de aspecto repugnante. Tras esta preparación llegó el gran acto terrorista anti judío en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, conocida desde entonces como "noche de los cristales rotos", cuando las sinagogas, centros y comercios judíos fueron asaltados por los nazis. Un total de 91 judíos fueron asesinados, 30.000 detenidos y después deportados a campos de concentración, más de 100 sinagogas destruidas y más de 7.000 comercios destruidos o seriamente dañados. Esta fue una acción terrorista que contenía un mensaje acerca de la voluntad de exterminio que los nazis ya empezaban a mostrar. Fue la guerra la que marcó el giro que tomarían las políticas antisemitas de los nazis, pues con la ocupación primero de Polonia donde se encontraba la población judía más numerosa de Europa, 3.000.000 y posteriormente la Unión Soviética que contaba con 2.525.000 judíos, se abrió camino la solución final pues ahora el objetivo esbozado por los nazis desde su llegada al poder, el exterminio de los judíos europeos, se podía llevar a cabo. Para eso se puso en marcha la llamada "operación Reinhard" en recuerdo del general de las SS Reinhard Heydrich ejecutado en 1942 por la resistencia checa. Mediante esta operación se construyeron en Polonia cinco campos de exterminio concebidos para aplicar la solución final: Sobibor, Treblinka, Majdanek, Chelmno, Belzec y a los que más tarde se uniría, ya en la fase final de la guerra, el más conocido de Auschwitz-Birkenau. Aquí fue donde se ejecutó la mayor parte del exterminio de seis millones de judíos.

Este exterminio no ofrecía un relato propio a la vez que se iba ejecutando. El relato ya había sido escrito y difundido hasta la saciedad. La violencia no se realizaba en el escenario público de la plaza sino en el interior de las cárceles, en lo profundo de los bosques de Polonia, Ucrania o Rusia y dentro de los propios campos construidos exprofeso para el exterminio y dotados de una lógica industrial necesaria para el asesinato masivo a gran escala. Esta carencia de publicidad se convirtió en el gran pretexto de los nazis juzgados y de la mayor parte de los alemanes para, tras la guerra, afirmar que no sabían nada del genocidio que se estaba perpetrando a poca distancia de sus casas. Sabemos bien que eso no era cierto ya que el desplazamiento y la desaparición de una población tan numerosa no puede pasar desapercibido. Jugando de nuevo con metáforas macabras fueron los nazis quienes acuñaron la descripción "noche y niebla" para adjudicársela al Holocausto ya que no dejaban de considerar que su objetivo era hacer desaparecer a los judíos en la noche y la niebla. Esta es una fórmula contundente para expresar el secreto con el que se debía producir el exterminio.

En mi opinión el centro de la matanza de los judíos no fue el terror con el que había comenzado su persecución, pues éste no fue sino un preludio bien representado por "la noche de los cristales rotos", sino más bien la aplicación sistemática del principio de la sangre. Esto es lo que permite afirmar que el exterminio de los judíos llevado a cabo por los nazis fue un genocidio y es lógico que a partir de entonces se diera carácter jurídico a este tipo de crimen contra la humanidad. Un genocidio es una matanza de la sangre pues tiene como objetivo destruir la línea de descendencia que trasmite. El hecho más revelador de lo que es un genocidio es que en él se asesina a hijos, padres y abuelos con el fin de exterminar a la sangre. Así actuaron los nazis ya que asesinaban a todos los componentes de la familia y esto es lo que diferencia al holocausto del GULAG ya que en este último no se daba un tipo de asesinato semejante. Por otra parte, esto no significa, ni mucho menos, que haya alguna diferencia ética o moral entre una matanza y otra ya que en ambos casos estamos ante crímenes contra la humanidad, que, sin embargo, tendrían una tipificación distinta.

A partir del proceso de Núremberg celebrado a lo largo de 1945 y 1946 y en el que fue juzgada una gran parte de la cúpula dirigente del nazismo, el concepto de genocidio quedó instaurado en el derecho penal internacional y se ha convertido en un concepto de uso corriente que, sin embargo, hoy es usado sin mucha precisión para calificar a todo crimen masivo. El núcleo del genocidio, desde una perspectiva cultural, es el vínculo de la sangre y su carácter criminal deriva del exterminio de una colectividad a través de la eliminación de su sangre o línea de descendencia. Esta categoría de violencia criminal masiva adquirió tras la Segunda Guerra mundial una entidad propia, reconocida jurídicamente, que permitió caracterizar a algunos episodios históricos como genocidios. El caso más relevante es el del genocidio del pueblo armenio llevado a cabo entre 1915 y 1917 por un gobierno militar en Turquía y que todavía sigue produciendo muchas controversias. En nuestra época sí se ha producido un nuevo genocidio y fue en un pequeño país del centro de África, Ruanda. En 1994 y tras el atentado que sufrió el avión en el que viajaba el presidente Juvenal Habmariyana se desató una ola de violencia sin precedentes en este país africano cuando el gobierno lanzó a la población identificada como "hutu" contra sus compatriotas identificados a su vez como "tutsis". Las milicias Interahamwe encabezaron una matanza llevada a cabo sobre todo con machetes y que casa por casa, población por población, tenía como objetivo exterminar a la población "tutsi" de Ruanda. El número de víctimas tiene una estimación variable, pero en cualquier caso estaría entre 500.000 y 1.000.000. Después se ha sabido que esta enorme matanza tuvo un período previo de preparación. En este período la propaganda contra los "tutsis" inundó las ondas de una radio de gran audiencia en Ruanda la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas (RTLM) cuyas emisiones no cesaban de atizar el odio contra la minoría "tutsi", estigmatizándolos, tal como hicieron los nazis con los judíos, con el calificativo de "cucarachas" que les atribuía simbólicamente una condición subhumana. Exterminar a las cucarachas fue a partir de entonces la consigna que desató la matanza. Tal como sucedió en Alemania en el período anterior a la guerra también en Ruanda hubo un preludio en el que resultaba necesario construir al enemigo y después representarlo con características precisas para que la población lo identificara. Es cierto que en Ruanda donde las diferencias entre "hutus" y "tutsis" eran bastante artificiales ya que ambos grupos compartían la misma lengua y cultura, este hecho se veía facilitado porque los documentos de identidad de todos los ruandeses llevaban estampada en grandes caracteres la leyenda "tutsi" o "hutu" según el caso. Exigir la documentación era un método sencillo para que después las milicias identificaran a los "tutsi". Pocos autores han descrito el genocidio de Ruanda mejor que Jean Hatzfeld y especialmente en su libro Una temporada de machetes en el que compara acertadamente este preludio al genocidio en Ruanda con el mismo período en el que los nazis prepararon el Holocausto. Cita Hatzfeld a un tal Ignace Rukiramacumu que participó en las matanzas y al cual tuvo ocasión de entrevistar posteriormente:

"Creo que la posibilidad del genocidio se presentó así porque llevaba tiempo esperando turno con paciencia para llegar a eso, a la espera nada más de una señal del momento oportuno, como la caída del avión, en que apoyarse en el último momento. Nunca pareció imprescindible hablarlo entre nosotros.......Los planes anticipados de los responsables lo maduraron, claro; y, luego nos lo propusieron. Como era la única propuesta y la presentaban como final, la aceptamos por sentido de la oportunidad. Sabíamos perfectamente qué había que hacer y nos pusimos a hacerlo sin debilidades porque nos dábamos cuenta de que era un alivio sin ninguna molestia".[15]

Este párrafo ilustra bien el argumento que voy a utilizar a partir de ahora para mostrar cómo en nuestra época el "terror" que tanto caracterizó a las revoluciones francesa y rusa se diluye a partir del momento en que comienza la fase del exterminio, algo que ya pudimos comprobar en el caso de la Unión Soviética. Este personaje al que Hatzfeld hace hablar es plenamente consciente de los tiempos del terror y los del exterminio y que sólo cabe esperar una señal, "la caída del avión" (se refiere al atentado contra Habmariyana), para pasar de uno a otro. Construye su descripción del genocidio a partir de esta separación y argumenta que tras una período más o menos largo de espera y cabría decir que también de preparación, llegó la señal y simplemente y sin pensar en nada más se pusieron a ejecutar la tarea. A partir de aquí podemos formular una hipótesis y es que en el siglo XX y al evaluar algunos de los casos más relevantes de violencia criminal masiva que se han producido destaca la separación tajante entre el período del terror, con su narrativa, y el del exterminio.


EL ATENTADO TERRORISTA


Hay otros episodios históricos, ya entrados en el siglo XIX, que contribuyen decisivamente a la constitución del atentado terrorista a partir del relato que contiene. El atentado, cometido contra una autoridad, causando grandes estragos o provocando una masacre, se convirtió en esta época en una actividad revolucionaria a la que de un modo muy gráfico se denominó "la propaganda por la acción". Esta es sin duda la matriz básica del atentado terrorista moderno. En este caso el terror no provenía de unas autoridades constituidas, generalmente por la fuerza, que lanzaban una acción represiva muy amplia contra sus enemigos pero transmitiendo a la vez un mensaje a toda la población, como es el caso del Terror Revolucionario que desataron las Revoluciones francesa y rusa, sino de pequeños grupos en lucha contra las autoridades constituidas, también en ocasiones por la fuerza, y para quienes el acto terrorista tenía validez no tanto por sus consecuencias materiales, que solían ser terribles si bien incapaces de derrotar o derribar a dichas autoridades, sino por su impacto como relato entre la población. La propaganda que surgía del atentado terrorista tenía, para quienes lo perpetraban, el doble significado de amedrentar a las autoridades y a la parte de la población que les apoyaba y estimular a quienes podían ser sus partidarios. Se ha identificado históricamente al movimiento anarquista como el ejecutor principal de este tipo de atentados, pero es bien cierto que también fueron acciones de esta naturaleza las llevadas a cabo por grupos nihilistas, comunistas, nacionalistas, extremistas de derecha y posteriormente por otros netamente fascistas.

También en este caso resulta lógico mencionar los antecedentes históricos que son muy abundantes. Podemos remontarnos sin duda a la antigüedad y tomar como ejemplo el asesinato de Julio César, pues fue sin duda un atentado contra la autoridad. Sin embargo, el relato que había en él y que aludía al retorno de la república y al afianzamiento del poder supremo del senado de Roma, tenía menos peso e importancia que la conspiración urdida para dar un golpe de estado y que tenía su eje central en el propio asesinato de César. Luego aquí no podemos hablar de un atentado terrorista en sentido estricto, ya que lo que predominaba era un golpe de estado desencadenado por un asesinato que lo hacía posible. Ciertamente que el golpe fracasó y el relato que hoy nos ha quedado de él no es precisamente aquel que sus impulsores pretendían al aludir a la lucha contra la tiranía, sino más bien el que se derivó de la famosa frase, "Tú también hijo mío" atribuida a Julio César y dirigida a su hijo adoptivo, Bruto, que había participado activamente en la conjura y el asesinato. Así que el relato final fue más bien uno que aludía a la traición.

Situándonos de nuevo en la historia de Francia y en fechas muy semejantes a las que he manejado anteriormente, nos encontramos con dos atentados de trascendencia histórica. El primero de ellos es el asesinato de Enrique IV, rey de Francia, antes rey de Navarra y vizconde de Bearn, hugonote convertido al catolicismo para poder acceder en 1589 al trono de Francia y que en 1572 había escapado por poco de la matanza de la Noche de San Bartolomé. Su acceso al trono francés trajo un período de pacificación tras las guerras civiles que habían asolado Francia por causa de la religión. Enrique IV promulgó en 1598 el edicto de Nantes que introdujo en Francia una relativa tolerancia religiosa. El 14 de mayo de 1610 un fanático católico llamado François de Ravaillac le asesinó de dos puñaladas mortales cuando cruzaba una calle tras haber descendido de su carruaje en las proximidades del palacio del Louvre. Su asesino debió actuar por su cuenta movido seguramente por el odio que profesaba a los hugonotes e impulsado también por su propia paranoia que le había conducido a París con la intención de hablar con el rey para convencerle de que entablara una nueva guerra contra los príncipes protestantes. Ante la imposibilidad de hablar siquiera con el soberano, orientó sus planes hacia su asesinato. Tras el atentado no hizo nada por escapar y las amenazas y torturas a las que fue sometido, no llevaron a la obtención de ningún dato que permitiera sospechar la existencia de una conspiración. Tampoco Ravaillac realizó ninguna proclamación, reivindicación o justificación de su acción y así después de los interrogatorios y torturas fue cruelmente ejecutado. Se podría decir, por tanto, que este atentado no tuvo carácter terrorista ya que no contenía ningún relato ni formaba parte de un golpe de estado, sino que se trató más bien de un asesinato político inspirado por el odio.

Es bien distinto[16] el otro asesinato político que también destaca en la historia de Francia y su Revolución. El 13 de Julio de 1793 Charlotte Corday asesinó a Jean Paul Marat, líder del grupo de los "cordeliers" en la Convención y gran impulsor de las ejecuciones en la guillotina. Este atentado se llevó a cabo en el propio domicilio de Marat al que accedió Charlotte Corday haciéndose pasar por una seguidora de su grupo y se produjo mediante su apuñalamiento cuando estaba tomando un baño. La motivación del atentado fue política y se explicaba por la adscripción de Charlotte Corday en su Normandía natal a los llamados "girondinos" que representaban al grupo de diputados moderados en la Convención y que ya eran víctimas de la violencia desatada por los jacobinos a los que pertenecía el propio Marat. Charlotte Corday había preparado una proclamación escrita en una hoja de papel que le fue incautada y en la que llamaba a sus compatriotas a la rebelión contra la tiranía. Dirigía este escrito a los "franceses amigos de las leyes y de la paz" y los exhortaba a establecer de nuevo el interés general y a derribar a la tiranía que arruinaba a Francia. Tras un fulminante proceso en el que se reafirmó en sus ideas ya proclamadas, fue ejecutada en la guillotina el 17 de Julio de 1793, sólo cuatro días después del asesinato de Jean Paul Marat.

Posteriormente el atentado terrorista adoptó casi siempre un carácter revolucionario ya que fue utilizado sobre todo por grupos radicales que tenían la pretensión de derribar un régimen o gobierno constituidos. La teorización de este tipo de acción terrorista corrió a cargo de gentes vinculadas ideológicamente al nihilismo como Netchaiev o al anarquismo como Bakunin y Malatesta. A los dos primeros[17] se les atribuye el llamado Catecismo revolucionario que a partir de 1868 fue ampliamente difundido. En este texto, escrito de una forma simple, directa e incendiaria, se realiza una llamada a la destrucción del orden establecido y al uso indiscriminado de la cualquier violencia para lograrlo. En 1877 dos anarquistas italianos Enrico Malatesta y Carlo Cafiero concibieron el principio de la "propaganda por la acción" y que, si bien no se refería exclusiva y explícitamente a la violencia, fue interpretado por muchos como una llamada a la acción violenta por sus capacidades propagandísticas. En las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del XX proliferaron los asesinatos terroristas de reyes y reinas, presidentes, primeros ministros, ministros u otras autoridades de relieve llevados a cabo bajo la inspiración de estas ideas. La lista de estos asesinatos consumados o de los intentos fallidos es larguísima pero vale la pena mencionar entre los consumados el del zar Alejandro VI de Rusia en 1881, el del presidente de Francia Sadi Carnot en 1894, el asesinato en 1897 del presidente del gobierno español Antonio Cánovas, el de la emperatriz Isabel de Baviera, más conocida como Sissi, en 1898, el del rey de Italia Umberto I en 1900, en 1901 el del presidente de los EEUU W. McKinley, en 1912 el del presidente del gobierno español José Canalejas, en 1913 el del rey Jorge I de Grecia y el del presidente del gobierno español Eduardo Dato en 1921. En 1923 los anarquistas españoles Buenaventura Durruti y Joaquín Ascaso asesinan en Zaragoza al cardenal Soldevilla, siendo éste probablemente el último asesinato de estas características llevado a cabo por activistas anarquistas en España.

Si bien fue el anarquismo la ideología política que más usó el asesinato terrorista y la que más teorizó acerca de él, hubo otros grupos que también recurrieron a él. El terrorismo contrarrevolucionario organizado desde los aparatos del poder constituido con la finalidad de luchar contra el terrorismo usando sus propias armas, fue usado en repetidas ocasiones por gobiernos de todo signo. Es bien significativo el caso de los llamados "sindicatos libres" apoyados por el general Martínez Anido, gobernador militar de Barcelona y que entre 1922 y 1923 sirvieron de cobertura para que actuaran en las calles de Barcelona grupos armados que combatían a los grupos vinculados a la organización anarquista FAI y asesinaban a los líderes de la CNT como fue el caso de Salvador Seguí o Francesc Layret. La necesidad de parecer grupos terroristas les obligaba a tener que usar un "relato" que fijaron con la utilización de los "sindicatos libres" como cobertura. Este período de enfrentamientos callejeros condujo a una situación que muchos historiadores han calificado de "pistolerismo callejero" y que en cualquier caso nos lleva a pensar que es esto lo que sucede cuando una banda criminal carece de relato o el que tenía ha perdido credibilidad. Algo parecido sucedió en España con el grupo terrorista GRAPO en sus últimos años de actividad.

También otras ideologías y grupos recurrieron al terrorismo y especialmente los movimientos nacionalistas cuya orientación ideológica era bastante variable. El cénit histórico del atentado terrorista corresponde sin duda a un grupo nacionalista, serbio en este caso, que provocó con el asesinato el 28 de junio de 1914 en Sarajevo de los Archiduques de Austria, el estallido de la Primera Guerra mundial. Gavrilo Princip miembro del grupo nacionalista de tendencia anarquista Joven Bosnia fue su autor, aunque también participaron en el complot otras personas y a todas ellas la organización nacionalista serbia Mano Negra les suministró las armas. Este atentado y debido a una circunstancia muy importante, adoptó un fuerte carácter simbólico, algo que le daba a su relato un carácter especial. Bosnia-Herzegovina, cuya capital es Sarajevo, había sido ocupada en 1878 por el imperio Austro-Húngaro y fue anexionada en 1909. Los serbios de Bosnia-Herzegovina nunca aceptaron este dominio pues querían formar parte de una entidad eslava unificada con la propia Serbia. El día escogido para la visita, un 28 de junio, era el día de Vidovan, gran fiesta para los serbios que conmemoraban la derrota ante los turcos en la batalla de Kosovo que tuvo lugar en 1389 y por la cual perdieron este territorio al que venían considerando la cuna de su nación. Es muy propio de los nacionalismos irredentistas conmemorar sus derrotas para así crear un sentimiento de guerra inacabada y éste era el caso[18]. Por todas estas circunstancias la visita del Archiduque heredero y su esposa fue visto por los nacionalistas serbios de Bosnia como una provocación a la que debían responder con un acto intensamente simbólico, recurriendo de este modo al asesinato. Es indudable que no eran ni de lejos conscientes de las consecuencias que iba a tener esta acción. Austria lanzó a Serbia un ultimátum, acusándola de implicación en el atentado, Serbia rechazó dicho ultimátum, ante lo cual el imperio Austro-Húngaro declaró la guerra a Serbia. Este hecho activó la compleja red de alianzas que habían tejido las potencias europeas y Rusia, aliada de Serbia, le declaró a su vez la guerra a Austria. A partir de aquí se configuraron las grandes alianzas continentales que entraron en una cruel y devastadora guerra.

Este último ejemplo nos ayuda a comprender la enorme capacidad desestabilizadora[19] que puede llegar a tener un único atentado terrorista cuyos daños inmediatos son relativamente reducidos comparados con sus consecuencias devastadoras, pero las consecuencias se originan a partir del relato y más en este caso al poseer éste un gran valor simbólico. Los datos históricos no demuestran claramente la implicación de Serbia en este atentado y nunca Austria tuvo pruebas de que así fuera. Sin embargo, el relato o pronunciamiento nacionalista serbio que llevaba consigo el atentado tuvo una enorme intensidad dada la significación de quienes fueron sus víctimas y de hecho para el imperio austro-húngaro vino a ser una declaración de guerra. El hecho de gran trascendencia en este atentado terrorista fue su relato unido a la significación de las personas cuyo asesinato lo encarnaba.


LAS ORGANIZACIONES TERRORISTA. EUSKADI TA ASKATASUNA (ETA)


Ya en el siglo XX el terrorismo dejo de ser una actividad muchas veces individual, ejecutada mediante un tiro a corta distancia, un apuñalamiento o el lanzamiento de una bomba. Esto hizo que muchos de los terroristas muriesen en el propio atentado o fueran abatidos inmediatamente o detenidos poco después. En cambio y conforme avanzaba el siglo XX el terrorismo se organizó en grupos bien estructurados clandestinamente que usaban métodos cada vez más sofisticados con los que en muchos casos lograban evitar la muerte o la detención inmediata del terrorista que ejecutaba el atentado. Los medios más sofisticados llegaron en las últimas décadas del siglo XX con las bombas detonadas a distancia, o activadas por la propia víctima, los rifles de gran precisión, los coches y las cartas bomba, etc. El terrorismo propio de grupos cuya pretensión era derribar un régimen, hacer una revolución u obtener una independencia, adquirió en el siglo XX su mayor intensidad y en España esta experiencia de terrorismo intenso y duradero que desafía al estado, fue la provocada por la organización terrorista ETA desde 1968 hasta 2010 y que contabiliza más de 800 víctimas. Revisar esta historia del terror es el objetivo que me he propuesto en este apartado. A mi juicio la historia de ETA ha pasado por diversas fases y resulta fundamental entender cada una de ellas, porque en su conjunto nos demuestran que ETA no fue una organización dirigida por psicópatas ni tampoco por alocados jóvenes carentes de formación política. ETA siguió siempre estrategias calculadas con resultados a menudo eficaces. Estas estrategias terroristas combinaron diversos tipos de acciones violentas con relatos que evolucionaban al compás del análisis político que los promovía y todo esto dio lugar a una narratividad en constante evolución. Vale la pena construir la historia del terrorismo etarra siguiendo los relatos implícitos en sus acciones y contextualizarlos en los propios avatares de las sociedades vasca y española.

La primera fase del terrorismo etarra es aquella que trascurre desde su fundación, hacia 1959, hasta el período de la Transición Democrática que se abre tras la muerte de Franco en 1975. Los jóvenes que fundan ETA han sido descritos en muchas ocasiones como militantes desencantados con el PNV al que consideraban muy tibio en su lucha contra el franquismo. Es bien cierto que estos jóvenes eran hijos del relato que sus padres, la generación nacionalista que había hecho la guerra civil de 1936 a 1939, les había trasmitido y de acuerdo con él, los "vascos", según ellos los imaginaban, habían perdido la guerra contra los "españoles", otra invención propia del relato nacionalista, pero a pesar de todo la guerra continuaba. Ciertamente que no es preciso poseer grandes conocimientos de historia para saber que durante la guerra civil española, los vascos se dividieron, como el resto de los españoles, en dos partes antagónicas que se combatieron fieramente. El relato fundamental del nacionalismo vasco durante la postguerra seguía siendo de guerra y se nutría de una de sus principales creencias, esto es que sólo los nacionalistas son vascos. Que "la resistencia continuaba", pero que ya no era el Partido Nacionalista Vasco el que la encarnaba, es, podríamos decir, el primer relato de ETA. Las acciones testimoniales de propaganda vendrán a ser su primera actividad junto con la colocación de algún petardo. La primera víctima de ETA fue el guardia civil de tráfico José Ángel Pardines asesinado el 7 de junio de 1968 en las proximidades de Villabona (Guipúzcoa). Su asesino, Txabi Etxebarrieta, murió ese mismo día en un posterior enfrentamiento armado con la propia Guardia Civil y a partir de aquí fue considerado el primer mártir. El testimonio, muy posterior, de una persona que acompañaba a Etxebarrieta viene a confirmar que éste no fue un asesinato previsto con anterioridad, sino fruto de un impulso de Etxebarrieta que disparó a Pardines por la espalda cuando éste, agachado, estaba revisando el vehículo en el que viajaban los etarras. Poco después tuvo lugar el primer atentado organizado y reivindicado por ETA para sustentar, haciéndolo creíble, este primer relato terrorista, la continuación de la resistencia. El 2 de agosto de 1968 ETA asesinó a Melitón Manzanas, policía perteneciente a la entonces denominada "brigada político-social". Un comando le estaba esperando a la entrada de su casa de Irún en el momento en que regresaba del trabajo. El autor del asesinato de Manzanas efectuó hasta siete disparos que le provocaron la muerte casi instantánea. La reacción del gobierno franquista fue inmediata con la declaración en Guipúzcoa del estado de excepción y lanzando una persecución contra ETA que llegó a diezmarla. Buena prueba de ello es que tras este atentando llevado a cabo en 1968, sólo se produce en 1969 el asesinato no planeado de un taxista en Arrigorriaga porque se negó a transportar al activista Miguel Etxebarría que era perseguido por la policía. En 1970 y 1971 ETA no comete ningún asesinato, pero en 1972 atenta contra un policía municipal de Galdácano produciéndole la muerte. La espiral de la violencia, táctica terrorista practicada por ETA durante muchos años y que se basa en el principio de la acción-represión-acción, fracasa en este período pues la represión adquiere tal intensidad que, como han señalado después antiguos militantes de ETA, estuvo a punto de acabar con la propia organización terrorista.

Sin embargo y durante este mismo período se produjo un hecho de enorme trascendencia y cuyas consecuencias nadie había previsto con antelación. El día 3 de diciembre de 1970 comenzaba en Burgos, bajo jurisdicción militar, el proceso contra 16 militantes de ETA acusados de la muerte de Melitón Manzanas y del taxista Fermín Monasterio y para los que el fiscal pedía nueve penas de muerte y 725 años de cárcel en total. La transformación de este proceso en un recurso inmenso de propaganda y difusión del relato de la resistencia etarra, fue la consecuencia de una confluencia de factores diversos que acabaron favoreciendo enormemente a la organización terrorista. Todos los grupos de oposición al franquismo se pusieron a disposición de la causa de estos procesados, entendiendo que ésta era una causa antifranquista y sin advertir el trasfondo nacionalista que en realidad tenía. La iglesia católica se implicó intensamente, especialmente los prelados vascos, pues había dos sacerdotes entre los acusados. Sólo faltaba la repercusión internacional y ésta la consiguió la propia ETA secuestrando al cónsul honorario de Alemania en San Sebastián Eugene Beihl el mismo día en que comenzaba el juicio. La consecuencia de todo ello, incluida la conmutación de las nueve penas de muerte dictadas, fue la amplificación del relato que ETA representaba ganando así lo que había perdido tras los primeros asesinatos cometidos. Entonces ETA aparece ante los vascos, la España antifranquista y la opinión pública internacional como una "organización vasca de resistencia", término éste que aún utiliza alguna prensa internacional. Ahora la recuperación de la actividad terrorista era sólo cuestión de tiempo pues había que alimentar con nuevas acciones este relato de resistencia que había obtenido tan gran repercusión.

Fue en este punto donde la audacia que muestran en ocasiones las organizaciones terroristas se puso de manifiesto ya que el siguiente atentado que llevó a cabo ETA fue la voladura mediante una potente bomba del vehículo ocupado por el entonces presidente del gobierno español, el almirante Luis Carrero Blanco. Los pormenores de la organización y ejecución de este atentado son bien conocidos y no es preciso relatarlos aquí, pero si conviene resaltar que por causa de la gran repercusión propagandística de este magnicidio, el relato resistente del terrorismo etarra adquirió nuevos significados y representó un gran salto adelante. En primer lugar, ETA atentaba en Madrid, esto es, por primera vez fuera del País Vasco y nada menos que en la capital de España, en segundo lugar, eliminaba a la segunda autoridad del estado y a la persona que parecía destinada a suceder a Franco y en tercer lugar demostraba poseer una gran capacidad organizativa y técnica que sorprendió a todos. El relato de la resistencia al franquismo quedó reforzado por el peso creciente de una organización con gran capacidad de acción y todo esto iba conduciendo al mismo relato hacia su agotamiento y a su renovación.

La narrativa del terrorismo etarra ha ido evolucionando mediante el encadenamiento de distintos relatos unas veces y otras mediante un giro o incluso cierta ruptura. El primero de estos encadenamientos se produjo a partir de 1975 con el fin del franquismo y se fue desarrollando a la par que avanzaba la llamada Transición Democrática. El primer relato de la resistencia dio paso, en un proceso que duró algunos años, a uno nuevo, pero continuación del anterior, que yo llamaría "la construcción de la comunidad patriótica". Veamos cómo se produjo y cuáles fueron sus características.

Antes del proceso de Burgos de 1970 la base social de ETA era mínima y fue gracias a la gran repercusión de este juicio cuando dicha base social comenzó lentamente a crecer en una amalgama de antifranquismo y nacionalismo. A partir de este momento un objetivo esencial para ETA será disponer de un sector de la población que siga sus orientaciones para convertirse en una "comunidad patriótica". Puede que el ejemplo del IRA en Irlanda de Norte sirviera como modelo ya que allí ya se había constituido una comunidad católica y republicana bajo la férula del IRA. Para poner en marcha este proceso era necesaria la democracia y las oportunidades que en forma de derechos y libertades ésta ofrece. Así pues, la Transición Democrática española, que comienza tras la muerte de Franco en 1975, resultó ser para ETA una gran oportunidad. La espiral de la violencia se intensifica en una progresión espectacular. En 1974 ETA lleva a cabo seis atentados y uno de ellos es la colocación de una bomba en la cafetería Rolando de Madrid. En total ETA y sólo en este año, asesina a 18 personas. En 1975 son 15 atentados y 17 víctimas y en 1976 son 12 atentados y 13 las víctimas. A partir de 1977, cuando paradójicamente se celebran las primeras elecciones democráticas tras el franquismo, esta espiral de la violencia alcanzará su mayor magnitud en una fase que durará hasta 1981 cuando tiene lugar el golpe de estado fallido del 23 de febrero de 1981. En estos años se producen un total de 325 atentados con 321 víctimas y 40 secuestrados. Es bien cierto que se habían producido algunas escisiones en la propia ETA que se divide entonces en ETA-militar y ETA-político-militar[20] y si bien las dos ramas practican el terrorismo, es la primera la que lleva el peso de acción terrorista. La táctica de la acción-represión-acción tiene ahora la pretensión de que la represión se oriente hacia la población que apoya las acciones y objetivos de ETA y que a partir de una minoría irá creciendo sin parar. De esta manera se estaba forjando una nueva comunidad patriótica a partir de las organizaciones políticas recién legalizadas, en las huelgas, en las manifestaciones, en las organizaciones de base y todo ello difundido ampliamente por una prensa propia que surge gracias a la recién estrenada libertad de expresión. Todo esto crea un nuevo movimiento socio-político, el llamado "mundo abertzale" y que ya tenía desde 1978 en Herri Batasuna su instrumento político fundamental siendo éste a la vez el brazo político de la organización terrorista ETA. Es fácil reconocer en esta doble cara el ejemplo del IRA y el Sinn Fein en Irlanda del Norte, pero a diferencia de lo que sucedía en el Ulster en el País Vasco no habrá nunca otra comunidad enfrente con su propio brazo armado, como sucedió con los Unionistas en Irlanda del Norte que tenían sus propias organizaciones armadas, tanto la UDF como los Voluntarios del Ulster, para replicar con su propio terrorismo al del IRA.

Hubo en estos años un proceso narrativo de retroalimentación entre los asesinatos cometidos por ETA y la respuesta social de esta comunidad abertzale. Una característica fundamental de esta época es que la mayoría de las acciones de ETA fueron dirigidas al asesinato de policías y guardia civiles, a los que ya se había adjudicado una condición no humana[21], pues eran "txakurras" o perros. Ésta era la parte del relato que provenía de ETA, pues ellos mataban "txakurras" o aún peor chivatos.[22]. La respuesta de esta comunidad abertzale venía a ser la segunda parte del relato y queda bien ejemplificada por el slogan "ETA mátalos" que fue ampliamente utilizado. Para entonces el dirigente de ETA José Miguel Beñarán, "Argala" ya había proclamado que: "una nación sólo se puede forjar con sangre". Había un relato en acción que conectaba a ETA y a su comunidad y que daba alas al terrorismo ya que la comunidad patriótica necesitaba sangre y ETA necesitaba la sed de sangre de esta comunidad. Esta retroalimentación, a la que ya me refería antes, se producía mediante la interdependencia de los relatos, pues el asesinato de cualquier miembro de las fuerzas de seguridad lanzaba un mensaje, algo así como "uno más", a una comunidad abertzale que necesitaba las muertes de los "txakurras" para existir como tal y seguir creciendo, al tiempo que las demostraciones públicas de esta comunidad servían para demandar a ETA más asesinatos y engrasar con más sangre su propia continuidad.

Este período fue crucial en la historia de ETA pues sentó las bases del apoyo que ha tenido posteriormente en un amplio sector de la población vasca. Además, todo esto sucedió en un ambiente político en el que la mayor parte de las fuerzas políticas españolas aún creían que con el afianzamiento de la democracia en España ETA abandonaría el terrorismo.[23] Los tres centenares de víctimas que en este período produjo el terrorismo de ETA junto con la constitución de esta "comunidad patriótica", llevó a una situación que la propia organización terrorista definía, usando su propio lenguaje, como de "acumulación de fuerzas". En estas circunstancias el relato que había servido para forjar a esta nueva "comunidad patriótica" y que todavía era en gran parte un relato de resistencia, tenía muchas limitaciones y de ahí la necesidad de una nueva estrategia y de un nuevo relato mucho más ambiciosos. A partir de aquí se abrirá una nueva fase, la tercera y que yo llamaría de "confrontación con el estado" o "fase militar". Quizás pueda decirse que el golpe de estado fallido del 23 de febrero de 1981 viene a ser el hito que marca el comienzo de esta fase en la que ETA desafía abiertamente al Estado en una confrontación que ellos consideraban de carácter militar igual que el relato primordial que iban a utilizar. Esta fase se podría extender desde 1982 hasta 1992 y en ella ETA llevará a cabo 282 atentados con el resultado de 441 víctimas mortales y por este número tan elevado a este período se le denomina con frecuencia: "los años de plomo". El objetivo principal de las acciones terroristas de ETA fueron los militares de alta graduación y aunque ya habían realizado atentados contra militares, fue en este período cuando incrementaron notablemente la frecuencia y dureza de estos atentados que tenían lugar en toda España, pero especialmente en Madrid[24] donde se concentraba el mayor número de estos militares. El relato que este tipo de acciones desprendía era de desafío al Estado al golpear con fuerza en lo que, tras el intento de golpe de estado de 1981, parecía ser la parte más sensible de su médula, el ejército. Por otra parte, el discurso de la propia ETA hacía suyos unos objetivos que iban mucho más allá de la resistencia concretándolos en la entonces llamada "alternativa KAS", una especie de plan elaborado en varios puntos, entre ellos la autodeterminación y la independencia, que habría de ser negociado con el ejército español. Por aquel entonces ETA negaba legitimidad y autonomía política a las instituciones del estado español, empezando por su gobierno y aseguraba que todo dependía de un poder fáctico que no era otro que el ejército. El ataque directo a las fuerzas armadas no era, desde el punto de vista de ETA, sino la apertura del frente definitivo de la confrontación directa con el estado y que, según su estrategia, llevaría a la propia organización a sentarse en una mesa con los representantes del ejército español para negociar la "alternativa KAS". Este hecho, al producirse, representaría la victoria de la propia ETA pues habría alcanzado su objetivo de abrir el camino a la independencia. Sólo entonces darían por concluidas las acciones terroristas.

En 1987 tienen lugar dos de las acciones más terroríficas de ETA: la colocación de coches bomba en los aparcamientos del centro comercial HIPERCOR de Barcelona y en las inmediaciones de una casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. En mi opinión estas acciones indicaban que algo estaba cambiando en la estrategia de ETA y que este cambio era consecuencia de que la confrontación con el estado estaba fracasando. En efecto, en este período en el que ETA puso en marcha esta estrategia el nuevo estado democrático se fue consolidando cada vez más y el ejército, tras la convulsión que le supuso el golpe de estado de 1981, fue evolucionando claramente hacia su integración normalizada en el conjunto de unas instituciones cada vez más democráticas. Los militares y cuerpos de seguridad españoles soportaron firmemente este enorme desgaste que las acciones de ETA les producían. ETA cometió el gran error de subestimar al estado sin darse cuenta de su creciente arraigo y desarrollo democrático.

A pesar de todo ETA difundió la idea y ésta formó parte de su relato, de haber obtenido su objetivo puesto que consiguió sentarse en una mesa con una representación del gobierno español en las llamadas conversaciones de Argel que tuvieron lugar en esta ciudad norteafricana en 1989. Convencidos de que éste era un primer paso para la negociación definitiva con el ejército español, los terroristas de ETA mantuvieron un pulso muy duro, ya en los primeros tanteos que tenían que ver con los procedimientos y estas conversaciones, tras muy pocas sesiones, fueron rotas por la propia ETA convencida de que a no tardar mucho el mismo gobierno se volvería a sentar y que para ello nada mejor que ablandarlo con nuevas acciones terroristas de mayor virulencia. En estos años las acciones de ETA alcanzan una gran dureza con el uso creciente del coche bomba colocado en algún lugar próximo a lo que ETA consideraba objetivos militares, fueran cuarteles, comisarías de policía, prisiones o casas cuartel de la Guardia Civil. En 1991 el atentado con coche bomba contra la casa cuartel de Vic (Barcelona) en el que mueren nueve personas, conmociona a la opinión pública española que contempla atónita las imágenes desgarradoras que ofrece la televisión. Este tipo de atentado terrorista iba dirigido contra un objetivo calificado por ETA de militar pero también incluía a civiles como en este caso eran las familias de los guardias y así siete de las nueve víctimas eran familiares. Aquí, igual que en otros casos, se produce la mortífera combinación de un objetivo predeterminado con la indiscriminación y esto viene a significar que la propia ETA se está encaminando cada vez más hacia la modalidad del coche bomba con la doble pretensión de mantener sus objetivos militares e introducir una nueva acción táctica que busca la muerte de cualquier ciudadano indiscriminadamente.[25] Estamos en los prolegómenos de una nueva estrategia que introducirá algunas novedades en el relato. Ahora bien, para llegar allí hay que tomar en cuenta algunos hechos relevantes.

La fecha emblemática de 1992, centenario del primer viaje de Cristóbal Colón a América, fue la elegida para que dos acontecimientos de resonancia universal tuvieran lugar en España. La Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona, iban a concentrar la atención mundial sobre España. Desde el punto de vista de la lucha contra el terrorismo, éste iba a ser un año crucial y así lo entendió el gobierno español que desarrolló una gran actividad antiterrorista de prevención. ETA, por su parte, estaba concentrando previamente comandos y material tanto en Barcelona como en Sevilla, pero la acción policial frustró[26] todos estos planes. El año de 1992, que iba a ser para ETA de gran actividad, resultó ser un fiasco y puede interpretarse como un punto de inflexión que conduce al fracaso definitivo de la fase militar o de "confrontación con el estado". Fue sin embargo una gran operación policial en colaboración con las fuerzas de seguridad francesas, que ahora sí colaboraban en la lucha antiterrorista después de bastantes años de inacción, la que llevó a la captura de la dirección de ETA en la población de Bidart en el País Vasco francés. Esta operación tuvo lugar el 29 de marzo de 1992, poco antes de que se inaugurara la exposición universal de Sevilla. La caída de la dirección de ETA supone el fin de esta fase tan larga, dura y cruel.

A estas alturas vale la pena destacar la narrativa etarra como una superposición y sustitución de relatos que usa un lenguaje inspirado en una pluralidad de fuentes como puedan ser la propia ideología de la banda, sus tácticas y estrategias, los contextos políticos en los que se mueve, la construcción del enemigo o la acción de sus bases sociales a la hora de apoyar sus acciones, etc. Ahora bien, todo esto contribuye a formular un relato y éste no es otra cosa que la acción terrorista que expresa algo, aunque bien distinto, tanto para el enemigo como para el amigo. Mi punto de vista y es el que estoy desarrollando aquí es que lo propio del terrorismo, además de ser una acción cruel y violenta como pocas, es que el acto violento va dirigido no sólo a producir un daño sino a trasmitir un mensaje y que este mensaje será más potente cuanto más daño se cause[27]. La narrativa de ETA ha sido primero acumulativa, es decir, que iba sumando nuevos relatos a otros que nunca fueron abandonados desde su inicio y es el ejemplo de la "construcción de la comunidad patriótica", un relato siempre presente y que como veremos a continuación se reactivará con enorme fuerza a partir de 1992. Pero también ha sido en ocasiones sustitutiva al abandonar o minimizar ciertos relatos. Así el relato de la "resistencia" fue superado por los acontecimientos y el de la "confrontación con el estado" abandonado por su fracaso.

También es preciso señalar lo cierto que es ese axioma que alude a que una organización terrorista mata siempre que puede[28] y por tanto que es imposible establecer tipologías criminales exactas que correspondan en cada caso a un modelo de acción. A lo largo de su historia ETA ha cometido todo tipo de actos terroristas, pero es bien cierto, por ejemplo, que tardó unos cuantos años en usar coches bomba o en asesinar políticos y que dejó de realizar secuestros o de asesinar militares de alta graduación. Por todo esto hay que pensar que ETA ha desarrollado estrategias que priorizaban determinadas acciones y sí podemos entrever en la pluralidad de actos terroristas que ha llevado a cabo, ciertas tendencias. Estas tendencias contextualizadas en los hechos y acontecimientos dan pistas para interpretar los atentados terroristas en su narratividad. Veámoslo en la siguiente fase, la cuarta ya, y que he denominado "la socialización del sufrimiento".

En 1992 la llamada caída de Bidart fue un golpe fundamental en la lucha contra ETA. En mi opinión el gobierno que estaba llevando a cabo una acción anti terrorista cada vez más eficaz, falló en el análisis político y no supo aprovechar el enorme valor estratégico de esta acción. Hubo cierta oportunidad para la derrota de ETA, pero el análisis político del gobierno español no fue capaz de prever la orientación política y criminal que iba a seguir la reconstrucción de ETA y tardó bastantes años en llevar a cabo acciones eficaces en la línea de actuar contra el mundo social que siempre ha rodeado a esta organización criminal. Como ya decía antes la construcción de este mundo ha sido históricamente la gran baza de ETA y lo que la ha venido mantenido a lo largo de varias décadas y especialmente en los momentos difíciles.

El golpe de Bidart dejó a ETA descabezada y ante la perentoria necesidad de reorganizarse bajo una nueva dirección. Si el gobierno español pensaba que esta iba a ser una ETA de continuidad con la que resultaría relativamente fácil acabar, se equivocaba. Hubo para empezar un salto generacional de modo que accedieron a la dirección de ETA militantes que no habían conocido el franquismo y que habían surgido de las manifestaciones, huelgas y del movimiento de calle que propiciaba la entonces llamada JARRAI, la organización juvenil de ETA. Ellos conocían el ambiente de las calles en las ciudades y pueblos del País Vasco y de las enormes posibilidades que éstas ofrecían para impulsar un tipo de lucha distinto con el fin de conseguir sentar al gobierno español -ETA ya se había convencido del error cometido en su análisis de las fuerzas armadas- en una negociación política. La estrategia de ETA iba a girar alrededor de la "comunidad patriótica" para darle un protagonismo mayor del que había tenido. De este modo hubo un cambio en el relato previo sobre la "comunidad patriótica", pues ya no había que forjarla porque ya estaba forjada. Ahora se convertiría en una "comunidad del sufrimiento" y fue aquí donde ETA utilizó con mucha intensidad dos relatos propagandísticos, el de la guerra sucia del GAL llevada a cabo por el estado bajo el gobierno socialista de Felipe González entre 1982 y 1986 y la utilización de los presos pertenecientes a ETA y que se encontraban dispersos por las cárceles españolas. Además, ETA puso en marcha una intensa lucha callejera, a la que denominarán "kale borroka" y que coordinará su propia organización juvenil. Las calles de las ciudades y pueblos del País Vasco se convierten, sobre todo los fines de semana, en un campo de batalla donde los jóvenes cachorros de ETA, perfectamente organizados, siembran el caos.

El control que esta nueva generación de dirigentes etarras llevaba a cabo de todas las organizaciones vinculadas a ETA se plasmó sobre todo en Herri Batasuna y ésta ejemplificó en una de sus ponencias este nuevo relato con la denominación de "socialización del sufrimiento". Yo mismo he querido utilizar esta expresión para denominar a esta cuarta fase de la narrativa etarra. El relato viene a decir en lo esencial que hay que responder al sufrimiento que está experimentado esta "comunidad patriótica" extendiéndolo a quienes no forman parte de ella o son sus enemigos directos. Las consecuencias de todo esto empezarán a verse con claridad con el asesinato de Gregorio Ordóñez mientras estaba almorzando con unos compañeros de partido en un restaurante de la parte vieja de San Sebastián el 23 de enero de 1995. Ordóñez era el líder del Partido Popular en Guipúzcoa y concejal del ayuntamiento de San Sebastián. A él le seguirán en los siguientes años militantes muy destacados del PSOE como Fernando Múgica en San Sebastián o Ernest Lluch en Barcelona y del PP como Giménez Abad en Zaragoza o Jiménez Becerril y su esposa en Sevilla. También los periodistas, profesores, intelectuales y los jueces serán víctimas de atentados terroristas en los que morirán gentes como López de Lacalle o Tomás y Valiente, por mencionar sólo algunos de ellos. Además de éstos se producirán múltiples atentados contra concejales socialistas y populares en muchas poblaciones vascas y navarras en las que ETA controla la vida cotidiana de la gente y gracias a una inmensa red de chivatos sigue de cerca los pasos de muchos ciudadanos que se caracterizan por su oposición al terrorismo o su crítica al nacionalismo.

El caso que ejemplifica este tipo de acción terrorista es el secuestro y asesinato el 10 de julio de 1997 del concejal de Ermua, perteneciente al Partido Popular, Miguel Ángel Blanco. Uno de los relatos de ETA que antes mencionaba, el sufrimiento de los presos dispersos por las cárceles españoles, fue la conexión que necesitaba la organización terrorista para demostrar ante su comunidad cómo llevaba a cabo la extensión del sufrimiento. También destacaba en esta acción terrorista el órdago lanzado al gobierno español, pues ETA sabía perfectamente que el gobierno popular de José María Aznar no aceptaría el canje de la vida de Blanco por el acercamiento de los presos de ETA. Ésta no dejaba de ser una pretensión envenenada ya que podía ser presentada como una relativamente "pequeña" concesión, pues no exigían su libertad, a cambio de salvar la vida de una persona de tal modo que la negativa del gobierno podía desde el punto de vista de la población española ser muy criticada. Esta era una evidencia clara de cuál era el objetivo principal de la estrategia de ETA en esta fase y que podríamos calificar como "la rendición de la sociedad y el estado". Era necesario meter el máximo de presión en la sociedad española para que ésta aceptara que negociar con ETA era la única salida posible. Esta estrategia demostró ser muy eficaz pues perduró durante años gracias a que ya entonces fueron muchos los políticos nacionalistas, prelados vascos, intelectuales de izquierda y finalmente políticos, gobernantes socialistas  y finalmente ciudadanos los que fueron aceptando que esta negociación finalmente iba a resultar inevitable.

De nuevo y como en alguna otra ocasión ETA cosechó un gran fracaso y de nuevo y también, como en otras ocasiones, las fuerzas constitucionales de las que salían las víctimas de ETA no pudieron en este caso aprovechar la reacción masiva contraria a ETA que se produjo en las calles de toda España, pero especialmente en las del País Vasco. Efectivamente el asesinato de Miguel Ángel Blanco cuando cumplía el plazo de tres días dado por ETA conmueve extraordinariamente a la población que se lanza a las calles y llega a acorralar a los partidarios de ETA que por un momento tienen que dejar las mismas calles que han venido dominando en exclusiva. Este movimiento popular parecía capaz de dar un vuelco a la situación política, pero hubiera significado un vuelco en la correlación de fuerzas en el País Vasco y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) se empleó a fondo para impedir que dicho cambio tuviera lugar. El objetivo del Partido Nacionalista Vasco era romper cualquier frente anti ETA e imponer de nuevo la demarcación básica que a ellos siempre les ha interesado y es la que separa a nacionalistas y no nacionalistas. La posibilidad de que se hubiera impuesto otra distinta, la que hubiera separado a demócratas de terroristas, simplemente les daba pavor. En cualquier caso, éste fue el comienzo de nuevos posicionamientos políticos que facilitaron el acercamiento entre los nacionalistas del PNV y los del entramado ETA-HB y que culminará el 12 de septiembre de 1998 en el pacto de Estella.

Al mismo tiempo y en el campo de la lucha contra el terrorismo de ETA se van a producir dos hechos importantes, en primer lugar, la eficacia creciente de las fuerzas de seguridad en la lucha contra ETA, con la ayuda ahora del gobierno francés que persigue a los terroristas en su territorio y los extradita a España y la lucha contra las organizaciones satélites de ETA, desde su organización juvenil a la prensa. Por fin las instituciones comprenden el desafío que ETA les planteó con gran fuerza a partir de 1992 y actúan decididamente. El diario EGIN, órgano de expresión de la llamada izquierda abertzal, es clausurando en 1998. Todas estas acciones culminan en 2002 con la promulgación de la Ley de Partidos que supone la prohibición de Herri Batasuna y su imposibilidad de presentarse a las elecciones. Al final esta nueva estrategia del gobierno de Aznar y de otras instituciones va produciendo una creciente asfixia en el amplio y enrevesado entramado organizativo que ETA controla y dirige y sobre todo le resta una gran parte de su financiación y su capacidad de acción política. La unión de estos dos factores debilitará mucho a la organización terrorista cuya fuerza irá disminuyendo progresivamente a la par que aumenta notoriamente el número de detenciones logradas por las fuerzas de seguridad del estado con la ayuda francesa. Esta nueva orientación adoptada por la lucha contra el terrorismo de ETA resultará decisiva para el desenvolvimiento de los acontecimientos en la primera década del siglo XXI.

En el campo del nacionalismo las cosas también irán adquiriendo una nueva orientación y veremos surgir el embrión de los nuevos relatos que nos traen ya hasta el presente. La redefinición del mapa político vasco trajo como consecuencia la ruptura de su gobierno autónomo por la salida de él del Partido Socialista y en estas circunstancias, el PNV, partido gobernante, no duda en sostener su gobierno, presidido por Ibarretxe, con los votos de Euzkal Herritarrok, nueva denominación adoptada por Herri Batasuna, el brazo político de ETA. Aquí tenemos un primer ejemplo de la que iba a ser la nueva estrategia de ETA, todavía, eso sí, en estado embrionario pero que ya le llevaba a hacer política dentro de las instituciones. La propia ETA lo escenificaba con la presencia de quien por aquél entonces era su máximo dirigente, Josu Urrutikoetxea, conocido como "Josu Ternera" en el propio parlamento vasco. Esta presencia simboliza perfectamente cuál iba a ser la futura estrategia de ETA, "estar dentro y fuera". Sin embargo, las cosas todavía habrían de madurar para que esta estrategia llegara a alcanzar un desarrollo notable.

Se trataba, en definitiva, de desarrollar una acción conjunta de todo el nacionalismo vasco, incluyendo a IU, que permitiera el aislamiento político de los partidos no nacionalistas, PSOE y PP, para monopolizar el poder. Esto exigía un pacto con ETA, como así se hizo y la declaración de una tregua por parte de la organización terrorista. Ibarretxe es elegido lehendakari con los votos de ETA, o EH entonces, que viene a ser lo mismo. Esta tregua es rota por ETA al considerar que el PNV no ha cumplido con sus compromisos y entre ellos la ruptura total con el sistema democrático, al no aceptar el llevar a cabo un boicot, tal como le exigía ETA, a las elecciones generales que se celebraron en el año 2000. La actividad terrorista se reanuda en el otoño de 1999 con una intensa ofensiva que se orienta de nuevo mediante la estrategia del acoso al Estado y la sociedad. En febrero del 2000 es asesinado, junto con su escolta, el portavoz del PSOE en el parlamento vasco, Fernando Buesa. Los funerales por Buesa, que tienen lugar en Vitoria, escenifican la dramática ruptura de cualquier consenso político por parte de los nacionalistas que movilizan a sus militantes en las calles de Vitoria en la defensa de Ibarretxe antes que en la condena de ETA y en la solidaridad con el PSOE, uno de cuyos máximos dirigentes acaba de ser asesinado.

El pacto de Estella y su continuación, el llamado "plan Ibarretxe", fueron estrategias nacionalistas en las que ETA tuvo mucha participación ya que en el primer caso fue firmante de dicho pacto a través de EH y en el segundo aportó los votos suficientes para que dicho plan resultara aprobado en el Parlamento Vasco. Esta confluencia nacionalista fue reveladora de algo que formaba parte incuestionable de la situación política del País Vasco y es que había una identificación de fines políticos entre ETA y el resto de fuerzas nacionalistas, lo cual convertía casi siempre a los partidos gobernantes en Vitoria en parte del problema y no de la solución. Estos movimientos llevados a cabo por HB y sus marcas blancas, venían determinadas por una nueva estrategia desarrollada por ETA y que consistía en estar a la vez "dentro" y "fuera" de las instituciones. En mi opinión el diseño de esta estrategia pudo ser obra de entre otros Josu Urrutikoetexea "Josu Ternera", que tras haber dirigido el aparato militar de ETA, haber formado parte del parlamento vasco y retornado a la clandestinidad, pero no en el aparato militar, fue seguramente el muñidor de las posteriores negociaciones entre ETA y el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Su encuentro en Perpiñan con Josep Lluis Carod Rovira, líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) fue especialmente significativo ya que ETA conectaba así con un partido catalán independista que se movía exclusivamente en el terreno de la política y que por aquel entonces formaba parte del ejecutivo catalán. Este partido era un buen ejemplo de lo que se podría conseguir dentro de las instituciones y el paso del tiempo así lo ha demostrado. Ahora el relato de ETA será "la negociación para solucionar el conflicto" lo cual vendría a ser algo muy distinto al anterior de "la negociación con el ejército para lograr la autodeterminación y la independencia". La acción policial junto con el aislamiento del mundo abertzale gracias a la Ley de Partidos de 2002 había ido debilitando progresivamente a ETA cuyos atentados fueron decreciendo paulatinamente, a la vez que aumentaba la detención de comandos e incluso de dirigentes. Los encarcelamientos en Francia y las extradiciones también tuvieron un efecto importante. La idea de que era preciso substituir lo que en el leguaje de ETA ha sido "lucha armada" por la política, comenzará a oírse, si bien tímidamente todavía, en la izquierda abertzale. No hay duda de que su creciente debilidad llevó a una gran parte de ETA y de la izquierda abertzale en general a aceptar este nuevo relato.

La oportunidad de abrir una negociación política con el gobierno de Rodríguez Zapatero significará para una gran parte de ETA, dirigida por Josu Ternera en la clandestinidad y Arnaldo Otegui en la vida pública, la confirmación de la validez de su estrategia y del relato necesario para sostenerla. Junto a esto y para reforzar su posición frente al estado en esa negociación, ETA asume que ya no es la destrucción del estado su objetivo final sino su debilitamiento. Por ello seguirá cometiendo asesinatos, mucho más espaciados y a veces ofrecerá treguas, con una política del palo y la zanahoria en la que el propio Rodríguez Zapatero caerá ingenuamente.

Los acontecimientos que sucederán con posterioridad son bien conocidos, pero no van a formar parte de mi análisis, pues no encajarían en la perspectiva histórica que he utilizado en mi presentación de ETA como ejemplo de una organización terrorista.

A lo largo de todo este tiempo ETA, al margen de su capacidad como organización terrorista para llevar a cabo todo tipo de atentados, ha dispuesto de dos armas fundamentales que fue creando y dirigiendo de acuerdo con sus intereses. Ambas resultaron ser muy eficaces. En primer lugar, la "comunidad patriótica", su base social y electoral y por otra sus estrategias cambiantes y las narrativas que las acompañaban y que servían para nutrir y movilizar a esta comunidad abertzale. ETA fue siempre una organización terrorista que se adaptaba a las circunstancias políticas cambiantes o se aprovechaba de ellas. El estado español, su gobierno y sus fuerzas de seguridad, tardaron algún tiempo en comprender la naturaleza cambiante de ETA y cosecharon éxitos y fracaso en el desarrollo de la lucha antiterrorissta, tal como también le sucedió a ETA en sus actividades terroristas

Si miramos hacia atrás desde el fin de la Segunda Guerra mundial en Europa Occidental ha habido dos organizaciones terroristas que destacan sobre las demás. Son el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y Euzkadi Ta Askatasuna (ETA). Ciertamente que ha habido otras organizaciones terroristas, pero ninguna duró tanto tiempo, produjo tantas muertes y desafió tan intensamente a estados como el Reino Unido y España. Ambas fueron organizaciones nacionalistas, aunque en algunos momentos y por parte de algunas tendencias mezclaran esta ideología con el marxismo-leninismo. No fueron las únicas de esta naturaleza ya que a menor escala también sucedió algo parecido en Córcega y con mucha menos intensidad y relevancia en Bretaña ambas en Francia. Los demás tipos de organizaciones terroristas se pueden dividir en las de extrema izquierda comunista y las de extrema derecha fascista. También podríamos mencionar las acciones terroristas esporádicas de grupos de inspiración anarquista. No obstante, ninguna de ellos llegó a tener esta persistencia que han mostrado las dos organizaciones terroristas ya mencionadas. No obstante, las Brigadas Rojas en Italia le echaron un pulso al estado italiano y llevaron a cabo acciones de tanta magnitud como el secuestro y asesinato de Aldo Moro. Siempre ha existido la sospecha de la penetración del KGB y de sus aliados del Este en organizaciones como ésta o en la Fracción Armada del Ejército Rojo en Alemania, llamada también la "banda Baader-Meinhoff", así como en las organizaciones terroristas italianas y españolas de extrema derecha por parte de grupos parapoliciales y servicios secretos occidentales, como el italiano o la CIA. No obstante, ante este panorama quiero destacar de nuevo la singularidad del IRA y ETA por un hecho fundamental, que luego analizaré en el caso también del terrorismo yihadista y se trata de la relación entre terrorismo y guerra. Este el terreno en el que podemos hallar lo más aproximado al límite entre lo que es el terrorismo como acción violenta dirigida contra un enemigo y la guerra como una acción violenta para destruir al enemigo y derrotarlo.

Cuando una organización terrorista alcanza un desarrollo grande como sólo el IRA y ETA llegaron a tener, su dinámica les conduce desde el terrorismo a la guerra y en alguna fase de su evolución estratégica llegan a asumir este tránsito como su objetivo fundamental. Ciertamente que ambas fracasaron. El IRA vio como el gobierno británico envió fuerzas militares al Ulster y esta política se mantuvo a lo largo de los años. De esta manera podía concebir su actividad como una guerra de liberación, pues lo que tenía enfrente era una fuerza militar, aunque actuara como policía. Además, el IRA, en sus dos ramas, y el Ejército Irlandés de Liberación Nacional (INLA) tenían enfrente una fuerza terrorista unionista organizada alrededor de la Asociación de Defensa del Ulster (UDA) y la Fuerza Voluntaria del Ulster (UV). También llegaron a disponer de arsenales sofisticados como grandes cantidades de explosivos Semtex o misiles tierra-aire. El caso de ETA es diferente ya que nunca el gobierno español utilizó directamente al ejército en su lucha antiterrorista y tampoco tuvo nunca enfrente a otra organización terrorista para darle la réplica. Esto no impidió que en su etapa más virulenta ETA, atentando contra altos mandos militares, pretendiera sentarse en una mesa negociadora con el ejército español o que siempre quisiera presentar sus actividades terroristas como parte de una guerra en la que había dos ejércitos enfrentados. Por su parte, su delirio militar, ya no tanto por denominarse expresamente ETA "militar", sino por haber acumulado, como El IRA, un gran arsenal que también incluía grandes cantidades de explosivos y misiles tierra-aire, con uno de los cuales no pudieron derribar un avión en el que viajaba el presidente Aznar. Es bien sabido, por otra parte, que ambas organizaciones mantuvieron relaciones con regularidad y que se apoyaron mutuamente. Afortunadamente tanto el IRA como ETA fracasaron en su intento de transformar el terrorismo en guerra, aunque desgraciadamente sí que han tenido éxito al practicar, tras haber constatado que esta derrota era inevitable, el "entrismo" en las instituciones democráticas, de tal modo que el Sinn Fein es hoy el primer partido en el Ulster y Bildu, los sucesores de Herri Batasuna y ETA, ya son la segunda fuerza política en el País Vasco y han pactado, usando sus votos en el Congreso de los Diputados, con el gobierno socialista de Pedro Sánchez. Hoy nadie descarta que en un futuro próximo Bildu pueda desalojar al PNV del propio gobierno vasco. Se podría pensar que esta situación es el resultado de la aceptación de la democracia por parte de la izquierda abertzale y su consecuencia son los votos que reciben sus candidaturas en las elecciones que se celebran regularmente en España. No obstante, se olvida que para llegar hasta aquí ETA asesinó a mucha gente y que su éxito político ha sido también consecuencia del aplastamiento político y moral del constitucionalismo vasco tras tantos años de terrorismo y también y especialmente del control social de la vida cotidiana de los ciudadanos en pueblos, pequeñas ciudades y en los diversos ámbitos de la vida social. Pero además no podemos olvidar que la violencia terrorista ha sido el instrumento concordante con una ideología racista y totalitaria, propia de ETA y que sigue presente, coyunturalmente camuflada, en la organización política que la ha substituido. Ni el gobierno de Zapatero ni las instituciones acabaron con ETA porque fue derrotada por las fuerzas policiales, que lograron aquello que durante años negaron muchos políticos o líderes de opinión: que a ETA se la podría derrotar policialmente. En lugar del fin político de ETA lo que hemos vivido ha sido su derrota policial y su éxito político.


EL TERRORISMO SUICIDA


El primer atentado terrorista suicida tuvo lugar en 1982 en Tiro (Líbano) y lo protagonizó Hezbollá al atacar con un camión bomba a un destacamento israelí con un total de 115 víctimas mortales. Desde entonces y hasta mayo de 2015 han muerto 44.323 personas en 4.347 atentados suicidas de acuerdo con la base de datos CPOST de la universidad de Chicago. También en 1982 tuvo lugar la guerra de las Malvinas en la que murieron 907 personas. En este último caso no dudamos en hablar de una guerra, siendo el caso que produjo un tercio de los muertos que provocaron solo dos atentados terroristas suicidas coordinados y que llevó a cabo Al-Qaeda en 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York. Es cierto que en torno a las islas Malvinas se concentró una enorme fuerza militar que desplegó un armamento muy sofisticado. También es cierto que los contendientes estaban plenamente identificados al igual que los frentes de batalla. Formalmente se siguieron los protocolos de la guerra con la toma de prisioneros y al final hubo una rendición acordada. Unos, los británicos, ganaron y otros, los argentinos, perdieron. Así pensamos que son las guerras y a esta descripción nos atenemos, más o menos, a la hora de calificar la violencia masiva que se produce en el mundo. Ciertamente que además de la guerra hemos asistido a rebeliones, revoluciones, revueltas, guerrillas y a otras formas de guerra no convencional y además y sobre todo al terrorismo. Pero y esta es una cuestión clave: ¿Que diferenciaría al terrorismo de la guerra?, pues que, entre otras cosas, el terrorismo no tiene capacidad para desplegar una fuerza equiparable a la del enemigo y por esta razón ponen sus acciones violentas al servicio de la propaganda. En una guerra los contendientes dirigen sus fuerzas a la destrucción del enemigo porque piensan que disponen de armas y tropas capaces de hacerlo y además de todo esto también hacen propaganda. El argumento que voy a desarrollar en este artículo es que el terrorismo suicida yihadista que se viene practicando desde 1998 cuando Al-Qaeda llevó a cabo su primer atentado terrorista suicida contra la embajada de los EEUU en Nairobi, hasta el día de hoy con los recientes atentados de París, está protagonizando un salto cualitativo que le lleva desde el terrorismo hacia la guerra.

El terrorismo suicida comparte las características propias de cualquier terrorismo al ser un acto violento que busca provocar un daño, mayor o menor y al mismo tiempo contiene un mensaje que forma parte de un relato. Ambos elementos están relacionados pues cuanto mayor sea el daño, cuantitativa o cualitativamente, mayor fuerza tendrá el mensaje y el relato más se fortalecerá. Una acción de guerra en sentido estricto es un acto violento que busca destruir al enemigo o contribuir en el mayor grado posible a su destrucción. Pero en esta acción el mensaje no existe o carece de relevancia. El terrorismo se produce habitualmente cuando hay una correlación de fuerzas desigual de tal manera que los terroristas saben que no tienen capacidad para llevar a cabo una acción de guerra contra el enemigo. De ahí que incluyan en cada acto un mensaje. Esto es lo que también se ha llamado "guerra propagandística" que no pretende sino favorecer lo que los terroristas llaman "acumulación de fuerzas". Se trata por supuesto de alcanzar un punto en el que poder llevar a cabo acciones de guerra con capacidad para contribuir de forma apreciable a la destrucción del enemigo. Esta comparación es teórica ya que en la práctica podemos encontrar diversas variantes y en algunos casos la compatibilidad de ambas acciones. En Colombia, por ejemplo, la FARC compatibilizaron durante bastantes años los atentados terroristas, llevados a cabo sobre todo en ámbitos urbanos mediante coches bomba, con la práctica del enfrentamiento armado con el ejército colombiano y la guerra de guerrillas en zonas selváticas donde tenían un alto grado de control del territorio. Por otra parte, nos encontramos con organizaciones criminales que en una coyuntura determinada se enfrentaron al estado, recurriendo al terrorismo. Son ejemplos reveladores los atentados llevados a cabo por Cosa Nostra en Sicilia contra los jueces Falcone o Borsalino y los atentados terroristas con coches bomba ordenados en Colombia por Pablo Escobar

El Estado Islámico ha dado un giro a la estrategia de Al Qaeda, asentándose en un territorio ocupado para desde allí llevar a cabo una guerra al tiempo que patrocinan atentados terroristas en otros lugares y especialmente en Europa. También ETA se movió en esta dinámica, pues si bien y por las características de la sociedad y el territorio español, nunca pudo llevar a cabo acciones de guerra, sí que en la estrategia que desarrolló en la década de 1980, los llamados años de plomo, contemplaba como "cese de hostilidades" una negociación de tú a tú con el ejército español. Afortunadamente este plan delirante fracasó estrepitosamente. Con todo esto quiero decir que en la realidad las acciones de los grupos terroristas son frecuentemente una mezcla de terrorismo y guerra, como también es cierto que ha habido y hay estados soberanos que disponen de ejércitos regulares que también han practicado y practican el terrorismo.

Tras esta descripción no podemos dejar de reconocer que el terrorismo suicida de nuestros días posee algo que escapa a esta caracterización y es el hecho concreto de que este tipo de atentado terrorista exige para ser culminado con éxito la muerte de quien o quienes lo perpetran. Ciertamente que con esta condición cualquier atentado terrorista suele ser letal. Podríamos decir que el suicidio de los terroristas es un arma cuya potencia a la hora de provocar daños no tiene parangón y quienes los conciben y los ordenan son los primeros en calcular las terribles consecuencias que estos actos pueden llegar a tener. Por esta razón y para estudiarlos hay que considerar no sólo la dimensión simbólica del hecho, en lo que pueda tener de martirio, inmolación, o sacrificio, sino también las consecuencias prácticas y las enormes dimensiones que pueden alcanzar sus repercusiones. El atentado del 11-S es el mejor ejemplo pues un grupo reducido de terroristas suicidas con un coste económico muy bajo realizaron un atentado terrorista que cambió el mundo. Lo simbólico es un arma de proporciones gigantescas si se aplica a la realización de actos cuyo valor se traduce en algo material, sea la muerte de 2000 personas o el asesinato de un importante líder político. Creo que cualquier análisis debe ir por aquí y esto debe llevarnos a identificar este substrato simbólico capaz de convertirse en un arma de destrucción masiva. Es lo propio del terrorismo suicida.

Pocos o casi ninguno son los precedentes históricos para este tipo de acciones terroristas llevada a cabo por suicidas. Podríamos pensar en principio y por su cercanía histórica, en el caso de los pilotos "kamikaze" que en las postrimerías del Segunda Guerra Mundial fueron utilizados por Japón para lanzarlos con sus aviones contra los navíos de la flota norteamericana en el Pacífico. Cargados de explosivos estos aviones eran estrellados por sus pilotos contra los barcos y obviamente ellos mismos eran los primeros que morían en la acción. En mi opinión estos fueron más acciones de guerra que atentados terroristas ya que no contenían ningún mensaje y su objetivo era la destrucción del enemigo. Sin embargo, comparten con el terrorismo suicida tanto la muerte de quien ejecutaba la acción como la naturaleza simbólica del acto. Los pilotos "kamikaze" se rodeaban en sus últimas horas de un ritual en el que expresaban su devoción al emperador y su disposición a morir por él. Esto venía a constituir el impulso para la acción, pero era algo que dejaba de tener sentido en la misma acción, pues entre otras cosas, era totalmente incomprensible para el enemigo. Esta es la diferencia fundamental con el terrorista suicida de nuestros días. El acto del "kamikaze" podría definirse, siguiendo a Durkheim, como un suicidio altruista, pero yo no creo, como luego trataré de demostrar, que el terrorista suicida de la yihad esté llevando a cabo un suicidio y mucho menos altruista.

Otro ejemplo es el de los "bonzos" o monjes budistas que, especialmente y con ocasión de la guerra del Vietnam, se quemaban e inmolaban como acto de protesta. Esta acción ha dado nombre al hecho de "quemarse a lo bonzo" pues otras personas y en otras partes del mundo, han llevado a cabo este mismo acto de protesta en relación a múltiples causas. En Europa fue Jan Palach, un joven checo que se inmoló en 1969 como protesta por la invasión soviética de Checoslovaquia, el más conocido. En estas acciones de protesta sí hay un mensaje pero no la voluntad de producir un daño a alguien o a algo, luego no pueden ser consideradas actos terroristas sino más bien suicidios altruistas o dicho de otra manera, suicidios en favor de un causa. Tampoco los casos de suicidios colectivos, como el llevado a cabo por algunas sectas religiosas fundamentalistas, podrían ser consideradas como actos terroristas. El 18 de noviembre 1978 918 personas procedentes de los EEUU y entre ellos 303 niños, que pertenecían a la secta religiosa Templo del Pueblo liderada por Jim Jones, se suicidaron colectivamente en Jonestown (Guyana).

Podríamos buscar más ejemplos a lo largo de la historia y algunos otros habrá seguramente, pero no he encontrado ninguno cometido recientemente y tan relevante como el que llevó a a cabo el 9 de septiembre de 2001, sólo dos días antes del ataque terrorista contra las torres gemelas en Nueva York, un terrorista suicida enviado por Al-Qaeda y camuflado como periodista, hizo estallar una bomba que portaba en su cámara de vídeo en presencia de Ahmad Sah Masud, el principal líder de la llamada Alianza del Norte, coalición de diversos señores de la guerra, que luchaba en Afganistán contra el gobierno de los talibanes. Masud, también llamado "El tigre del Pansir", murió a resultas del atentado al igual que su asesino y supuesto entrevistador

En principio podemos estar de acuerdo en que el acto terrorista suicida yihadista viene inspirado por unas creencias que en este caso son religiosas y esto ya lo distancia bastante de otros terrorismos de naturaleza profana o laica. Esto tampoco significa que cualquier acto terrorista inspirado por la religión haya de ser suicida. Ahora bien, el terrorismo suicida de nuestros días realizado en nombre de la "yihad" por seguidores del islamismo más radical, tiene, sin lugar a dudas, una naturaleza religiosa. Así que una primera aproximación a nuestro objeto de estudio, el terrorismo suicida, debe seguir esta orientación.

Podríamos decir que la asunción de un riesgo extremo con el objetivo de llevar a cabo un atentado terrorista se produce siempre desde una creencia muy intensa y a la que sólo son capaces de llegar la religión o la ideología en sus versiones más extremas y a las que solemos calificar como fanatismos. Los terroristas que durante los siglos XIX y XX practicaron el principio de "la propaganda por la acción" y singularmente los anarquistas españoles, son un buen ejemplo y entre ellos llama la atención el caso de Mateo Morral quien el día 31 de mayo de 1906 arrojó una bomba contra la comitiva de los reyes de España Alfonso XIII y Victoria Eugenia que acababan de contraer matrimonio causando la muerte de 25 personas. Unos pocos días después este individuo fue detenido en los alrededores de Madrid por un guardia al que Morral asesinó suicidándose él mismo a continuación. El caso de Mateo Morral ejemplifica esta situación que se ha dado en numerosos atentados terroristas en los que sus ejecutores asumen un riesgo extremo y una conducta temeraria que podría ser descrita como "casi" suicida. El caso tan reciente de los terroristas que atentaron contra la revista Charlie Hebdo en París es semejante pero su muerte no formó parte del atentado, sino que fue la consecuencia posterior de la persecución policial, aunque resultara evidente que frente al cerco policial estaban dispuestos a morir. Sin embargo, este tipo de acciones, en las que los atentados terroristas no siempre obedecen a una motivación religiosa, no responden al patrón del terrorista suicida que me interesa analizar ya que es condición sine qua non no sólo que la muerte del terrorista sea necesaria para la ejecución del atentado, sino que dicha inmolación venga a ser el propio atentado. El ejemplo, no único, pero sí el más habitual es hacer estallar un cinturón de explosivos cuando ya se está frente al objetivo o estrellar contra él un vehículo también cargado de explosivos. De esta manera se produce la terrible simbiosis, que es lo que mejor define al terrorismo suicida, entre su dimensión simbólico-ritual y su materialidad como arma de destrucción imparable y muchas veces masiva. Así ocurrió el 11 de Septiembre de 2011 en los Estados Unidos, pero no el 11 de Marzo de 2014 en Madrid.

La sucesión de atentados terroristas suicidas llevados a cabo por individuos de religión islámica se iniciaron a comienzos de la década de 1980 en Líbano impulsados por la organización terrorista Hezbolá. Esta organización, que sigue siendo todavía hoy muy poderosa, encuadra a una parte importante de la población chií libanesa apoyada fuertemente por el régimen iraní. La rama chií del Islam adopta el martirio, recordando a Huseyn, hijo de Alí, reconocido a su vez por el chiismo como el sucesor legítimo del profeta Mahoma, quien fue martirizado en el campo de batalla de Kerbala en el año 680. Este martirio es recordado cada año durante el llamado período de Ashura, en el que penitentes en procesión se flagelan en memoria de su mártir Huseyn. De esta manera el martirio viene a ser una parte esencial de la creencia chií y es, por otra parte, lo que mayor rechazo produce entre los seguidores del sunismo, la rama mayoritaria del Islam. Durante la guerra entre Irán e Iraq en la década de 1980 muchos jóvenes iraníes, llamados "pasdarán" o "guardianes", inflamados por las prédicas del imán Jomeini y el ejemplo del mártir Huseyn, lanzaban ataques suicidas contra las posiciones del ejército iraquí. El primer atentado suicida realizado por Hezbolá tuvo lugar el 11 de noviembre de 1982 y al año siguiente tuvieron lugar los ataques suicidas llevados a cabo con camiones cargados de explosivas contra tropas norteamericanas y francesas estacionadas en Líbano durante la guerra civil que vivió este país en esos años. En total murieron 241 militares de EEUU y 58 de Francia. Ambos países abandonaron sus misiones de pacificación en Líbano tras estos atentados. Este ejemplo sirvió y mucho a diversos grupos palestinos como Hamás, Yihad Islámica y Mártires de A-lAqsa para llevar a cabo un gran número de atentados terroristas suicidas a partir de la década de 1990 que iban dirigidos contra objetivos israelíes, tanto civiles como militares. La organización Hamás, la más importante de todas ellas y que hoy controla la franja de Gaza, contribuyó mediante estos atentados suicidas, entre otras cosas, a que el plan de paz auspiciado por Yasser Arafat e Isaac Rabin fracasara. Ciertamente que también ayudó a ello la acción de los extremistas israelíes, uno de los cuales asesinó al propio Rabin siendo primer ministro de Israel.

En el año 2002 la revista Time hacía un recuento de víctimas provocadas por atentados suicidas desde el primero de todos cuando Sahar Tamam Nabulsi embistió a dos autobuses con su furgoneta cargada de bombonas de gas, muriendo él y otro palestino y resultando heridos ocho israelíes. Esto sucedía en Cisjordania el 16 de abril de 1993. Este terrorista suicida actuó en nombre de Hamás y significó su acción colocando un ejemplar del Corán en el asiento del conductor. Entonces y como señalaba la revista Time "el Jerusalem Post seguía llamando al atentado, casi con timidez, un "suicidio aparente". Tras éste y hasta 2002, cuando este informe que cito fue publicado ya se habían producido en Oriente Medio 107 atentados suicidas con 347 víctima. Este ejemplo que acabo de poner refleja bastante bien el estupor con que la opinión pública recibió los primeros atentados llevados a cabo por terroristas suicidas contra civiles en Israel y la larga serie de los que se han ido produciendo después. Pero todavía hoy seguimos preguntándonos ¿cómo es posible que jóvenes, a veces incluso niños, de los que más tarde sus vecinos que dicen conocerlos afirman sus virtudes, son capaces de morir matando a otros seres humanos a quienes ni siquiera conocen? Podríamos decir que es el odio el que lo produce y es bien cierto, pero no es menos cierto también que otros muchos matan también por odio y sin embargo no están dispuestos a morir para poder matar. Eso significa que hay algo que quizás no comprendamos bien y que nos sigue desconcertando.

Hoy parece que este tipo de terrorismo suicida ha disminuido mucho o casi ha llegado a desaparecer, sustituido en el caso de Hamás por el lanzamiento de cohetes desde la franja de Gaza. Hechos como el control de la franja de Gaza, tras la retirada de las fuerzas de ocupación isarelíes en 2005 o la aparición en escena de los Talibanes y Al-Qaeda que también pusieron en práctica el terrorismo suicida, sobre todo a partir de los atentados de 2001 en EEUU, han podido contribuir a este descenso. Lo cierto es que con la emergencia de Al-Qaeda y la acción de los Talibanes tras su derrocamiento en Afganistán con la ayuda de los bombardeos norteamericanos, ha surgido un segundo tipo de atentado terrorista suicida que en mi opinión es eminentemente religioso aun cuando se de en contextos políticos e instrumentalice a la política. A esta cruel actividad se ha sumado recientemente el Estado Islámico, también llamado Daesh por su acrónimo en árabe. Mi tesis va a ser que a diferencia del ejemplo anterior lo que lo hace posible es la religión, o dicho de otra manera la trascendencia hacia otra vida después de la muerte.

Dentro del Islam y entre algunos de sus predicadores más influyentes, sobre todo a través de cadenas de televisión tan difundidas en el mundo árabe como la qatarí Al-Jazeera, se hace distinción entre estos dos tipos de atentados suicidas. Fue el caso de Yusuf al-Qaradwi, quien inmediatamente después de los atentados suicidas contra las Torres Gemelas en 2001 manifestó enérgicamente su condena: "Nuestros corazones sangran....a pesar de nuestro rechazo a las políticas de los EEUU sobre Israel", " Incluso en tiempos de guerra, los musulmanes tienen prohibido matar civiles indiscriminadamente. Este es un crimen odioso". De esta manera no consideraba a estos actos "martirio", negándoles a sus ejecutores la entrada en el paraíso. Como escribe Cristopher Reuter en My Life is a Weapon:

"Sin embargo, las "bombas humanas" lanzadas por Hamas o la Yihad Islámica en misiones asesinas en Israel eran de hecho acciones de martirio que agradaban a Dios, incluso cuando alcanzaban a mujeres y niños. Puesto que allí hay una guerra"[29]

"Suicidio" y "martirio" vienen a ser términos manejados de una forma interesada y así en el islamismo radical y a veces no tan radical, aquellos a quienes consideraríamos suicidas, como ha sido el caso de los atentados de Hamas en Israel, son, sin embargo, exaltados como mártires que obtiene con su acción el acceso al paraíso. Ciertamente que todas las religiones del libro y por supuesto el Islam, condenan el suicidio, puesto que en todas ellas sólo Dios puede disponer de la vida humana. Entonces, podríamos preguntarnos acerca de la línea de separación entre el martirio y el suicidio y así darnos cuenta de que es bastante tenue y que a veces uno puede incluso dudar que exista. A pesar de todo creo que es posible pensar en una mínima discriminación dejando de lado  las excepciones que pudiéramos aceptar. Un mártir no es un suicida porque no tiene la voluntad de morir sino que por el hecho de defender algo o negarse a aceptar algo, está dispuesto a morir. Evidentemente son cosas distintas. También es verdad que hay ocasiones en las que una situación puede llegar tan al límite que el martirio sea una opción buscada, deseada, no evitada, y tenemos bastantes ejemplos en el martirologio cristiano. En cualquier caso y es éste el rasgo que estoy destacando sobre cualquier otro en mi exposición, el terrorista suicida, sea cual sea su motivación o inspiración, convierte a su propia muerte en el instrumento que hace posible la muerte de otros. Han sido muchos a lo largo de la historia los casos de mártires que lo han sido en relación a creencias religiosas, morales, políticas o de otro tipo, pero ninguno de ellos fue un suicida quien, parafraseando el título del libro que Jean Améry dedicó al suicidio, "levantara la mano sobre uno mismo". El terrorista suicida levanta la mano contra otro, aunque esta acción exija también su propia muerte.

No comparto de ninguna manera la idea de que los atentados terroristas de esta primera época realizados sobre todo por Hezbolá, Hamas, Yihad Islámica, Mártires de Al Aqsa, Viudas Negras de Chechenia o en algún caso el PKK del Kurdistán turco, sean martirios y que sólo los que corresponderían a una segunda época y han sido llevados a cabo sobre todo por Al-Qaeda, Talibanes o el Estado Islámico sean, por el contrario suicidios. Creo que en ambos casos se trata de atentados suicidas, pero también creo que muestran algunas diferencias importantes, pero que no son ni mucho menos las que podría haber entre el martirio y el suicidio. Para clarificar esta cuestión voy a ahondar en una interpretación del segundo tipo de terrorismo suicida que es, por otra parte, el que hoy actúa.

Lo que deseo argumentar a partir de ahora es que el terrorista suicida, llevando a cabo algo que objetivamente es un suicidio, sin lugar a dudas, no lo concibe, ni lo vive ni lo práctica como un suicidio y por lo tanto cabe hacerse la pregunta: ¿es acaso su propia acción y para sí mismo un suicidio? La antropología nos enseña, ya cuando la aprendemos en las aulas, la diferencia que puede existir en la descripción de un acto humano si lo vemos desde una perspectiva que llamamos etic o si lo hacemos desde una perspectiva también llamada emic. Cuando aplicamos una perspectiva etic usamos categorías universales de comprensión y explicación y de esta manera un terrorista suicida ha cometido indudablemente un suicidio ya que ha llevado a cabo voluntariamente y con conocimiento una acción que determina su muerte. Desde un punto de vista, podríamos decir que forense o legal, es con seguridad un suicidio y más cuando hay pruebas indudables de que se han dado las condiciones que he expuesto de conocimiento y voluntariedad. Pero también podemos plantearnos la comprensión e interpretación del mismo acto tratando de usar para ello las propias categorías de quien lo lleva a cabo y a esto lo consideramos una perspectiva emic. La antropología, ciencia que nació en el siglo XIX con el proyecto de comprender y explicar la diversidad humana, enseguida se encontró con el enorme problema de comprensión que venía a representar el estudio del "otro" y desarrolló estrategias epistemológicas que pudieran hacerlo. La aplicación de las perspectivas emic y etic a los mismos hechos o realidades y la comparación y combinación de los resultados que una y otra ofrecen, nos ha sido muy útil para vencer la incomprensión natural que se da entre el "yo" y el "otro" y con ello lograr una explicación aceptable de la diversidad humana. Ahora bien, una perspectiva emic viene a ser un modo epistemológico y no moral para acercarnos a una realidad ajena que siempre es extraña para nosotros, porque tratar de comprender no significa ni muchos menos compartir ni tampoco justificar. Por esta razón el relativismo antropológico es siempre epistemológico y no moral, aunque sean a menudo antropólogos quienes hayan inspirado ciertos relativismos contemporáneos capaces de justificar en nombre de una malentendida diferencia cultural la opresión, el asesinato y la crueldad. Así el uso del burka o del niqab no puede entenderse como un precepto religioso que en nombre del respeto y la tolerancia hacia todas las religiones deberíamos aceptar, sino más bien como un atentado a los derechos humanos y en este caso hacia las mujeres a las que el velo que les cubre total o casi totalmente les impide interactuar humanamente con la mayoría de sus semejantes. Lamentablemente esto no lo han entendido así algunas organizaciones, paradójicamente de defensa de los derechos humanos, como Amnistía Internacional ni tampoco algún alto tribunal español que en nombre de un malentendido relativismo cultural parecen tolerar o aceptar su uso entre nosotros.

La necesidad de comprender la realidad en sus propios términos es lo que nos impulsa a los antropólogos a hacernos preguntas para las que una perspectiva emic resulta fundamental. Esto nos lleva a descubrir las diferencias y a veces antagonismos que se dan entre ambas perspectivas, mostrándonos lo paradójica que es la cultura y especialmente partes de ella tan relevantes como las creencias. Los terroristas suicidas son un ejemplo muy destacado y representan también, como decía al principio, un desafío enorme de comprensión. Yo diría como colofón a esta argumentación que si desde una perspectiva etic no hay duda de que un terrorista suicida ha cometido suicidio, desde una perspectiva emic puede que no sea así. Esta es la gran paradoja con la que deseo centrar mi aproximación antropológica a esta cuestión tan terrible y dramática.

Jean Améry era un judío austríaco que fue internado en Auschwitz donde coincidió con Primo Levi aunque no llegaran a conocerse. Ambos sobrevivieron y escribieron textos duros y conmovedores acerca de su terrible experiencia. Ellos mismos se intercambiaron tiempo después algunas cartas. Améry, con una visión mucho más amarga que la de Primo Levi, llamaba a éste "el gran perdonador" y Primo Levi dedicó a Améry un pequeño capítulo de su última obra sobre Auschwitz y que tituló Los hundidos y los salvados. Allí consideraba que Améry ya era un intelectual, no como él mismo, cuando llegó a Auschwitz y que esta condición reflexiva, propia del intelectual, no era nada apropiada para sobrevivir en un campo de exterminio. Ambos, supervivientes y después escritores, se suicidaron, primero Améry y después Primo Levi. Jean Améry había escrito, algunos años antes de suicidarse un ensayo sobre el suicidio que tituló Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria. A Améry no le gustaba la palabra "suicidio" y por esta razón y en su lugar usaba la expresión "muerte voluntaria". Para él el suicidio era, ante todo, un acto de voluntad, aun reconociendo que dicho acto se produjese en un contexto de presión angustiosa.

"Como forma de muerte, incluso sometida a tales presiones, la muerte voluntaria constituye un acto libre: no me corroe ningún carcinoma, no me abate ningún infarto, ninguna crisis de uremia me quita el aliento, soy Yo quien levanta la mano sobre mí mismo, quien muere tras la ingestión de barbitúricos, "de la mano a la boca".

La voluntariedad, incluso la libertad, con la que el suicidante acaba consigo mismo es un rasgo fundamental que caracteriza su acción de acuerdo con Améry. El terrorista suicida, a pesar de que proceda sin duda de un ambiente cargado de fanatismo y violencia que presiona intensamente en su conciencia, actúa voluntariamente y es alguien que encaja con esta definición del suicidio como "muerte voluntaria". No obstante, y si nos fijamos en otra característica, expresada mediante una metáfora, que también usa Améry al decirnos y ya en el propio título de su libro que el suicidio significa "levantar la mano sobre uno mismo", las cosas cambian. El terrorista suicida levanta la mano contra sí mismo sólo para poder hacerlo contra los demás y es esta segunda parte la que define su acción. El suicidio del terrorista es un instrumento para la consecución de un objetivo y en este sentido su acto puede calificarse como algo ajeno a él mismo, como si matarse uno mismo fuera algo semejante a empuñar un arma contra alguien. Esta es la naturaleza del acto suicida que lleva a cabo un terrorista y es la que debe centrar nuestros esfuerzos de comprensión. El terrorista suicida es un enajenado, cuya conciencia se ha separado del "yo" al que ha convertido en un instrumento de destrucción letal. ¿Cómo se lleva a cabo este transformación cognitiva? ¿Qué sucede en la conciencia del terrorista suicida? ¿Cómo puede una persona deshumanizarse hasta el punto de convertirse en un arma, como si fuera un misil, una bomba o un proyectil? Es evidente que debemos intentar entrar en el interior del terrorista y en el contexto en el que se mueve y esto entraña enormes dificultades. Ahora la perspectiva emic es la que predomina. Vuelvo a Jean Améry y a un pasaje de su obra en el que con una gran lucidez nos está indicando algo parecido:

"Qué sencillo es todo, no hay más que seguir atentamente la bibliografía especializada para saber...¿Qué? Nada. Allí donde el suicidio se observa como un hecho objetivo, como si se tratase de galaxias o partículas elementales, el observador se aleja tanto más de la muerte voluntaria cuantos más datos y hechos recoge."

La ciencia que prima la objetividad es ahora insuficiente, como escribe Améry y por eso habremos de recorrer otros caminos como la interpretación antropológica e histórica y también, ¿por qué no? la literatura.


[1] Pérez, J. La Inquisición Española.

[2] En lo que se refiere al procedimiento sí que cabría considerar un antecedente muy significativo, el de la detención, proceso y ejecución de Carlos I rey de Inglaterra el 30 de enero de 1649. Cierto que fue un caso estrictamente individual y penal, aunque pudiera objetarse su legalidad y legitimidad y no formó parte de una violencia masiva a diferencia del proceso y ejecución de Luis XVI por la Revolución Francesa ya que con este acto se puede decir que comienza la época del Terror.

[3] Serge, V. 1972 El año I de la revolución rusa.- Madrid: Siglo XXI. Pp. 342

[4] Nicolas Werth, Karel Bartošek, Jean-Louis Panné, Jean-Louis Margolin, Andrzej Paczkowski, Stéphane Courtois. 1999.- The Black Book of Communism: Crimes, Terror, Repression. Harvard University Press 1999

[5] Serge, V. El año dela Revolución Rusa

[6] Applebaum, A.- 2003 Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos. Madrid: Debate. PP. 76

[7] Figes, O. 2009 Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin. Barcelona: Edhasa

[8] Según algunos cálculos de ellos y sólo en estos 21 meses, 25.000 murieron.

[9] Appelbaun, A.- Op. Cit. Pp.108-109

[10] Para comprender este episodio y en general la manipulación de la literatura soviética llevada a cabo por Stalin vale la pena leer el libro de Frank Westerman Ingenieros del alma

[11] El libro de Evgenia Ginzburg El vértigo (Galaxia Gutenberg) constituye el testimonio más esclarecedor. procedente de una dirigente del Partido Comunista que un día de 1937 es arrestada y conducida al GULAG sin saber por qué para permanecer allí hasta 1956.

[12] Esto no significa que la experiencia del GULAG no haya producido relatos testimoniales de tanta magnitud como Un día en la vida de Iván Denisovich y Archipiélago Gulag de Alelxander Solzhenistky o los Relatos de Kolimá de Varlam Shalámov, entre otros.

[13] En mi opinión la naturaleza profunda del nazismo más que la de ser un movimiento fascista, totalitario o nacionalista, que lo fue, era su radical y profundo antisemitismo.

[14] La clasificación de los judíos atendía de forma precisa al porcentaje de sangre judía y aludía a diversas combinaciones de antepasados para determinar un porcentaje que iba desde el 25% al 100%

[15] Hatzfeld, J.- 2004 Una temporada de machetes. Barcelona: Anagrama. Pp.63.

Hatzfeld es autor también de otro libro en el que entrevista a catorce supervivientes de la matanza: Hatzfel, J. 2005 La vida al desnudo. Voces de Ruanda. Madrid: Ediciones Turpial

[16] Aunque no deja de haber una curiosa coincidencia y es que tanto Ravaillac como Corday vivían en la periferia de Francia y acudieron de propio a París para llevar a cabo los atentados.

[17] Hoy hay muchas dudas respecto a la participación de Bakunin en la elaboración de este texto.

[18] No cabe sino recordar el histórico discurso que en 1989, cuando se conmemoraba el 600 aniversario de la batalla de Kosovo, dio Slobodan Milosevic en el mismo campo de batalla, llamado "de los mirlos" y donde convocó al nacionalismo serbio a una guerra que condujo a la desmembración de la antigua Yugoeslavia y a la comisión de innumerables crímenes de guerra, que todavía hoy están siendo juzgados en el tribunal internacional de La Haya.

[19] Tristemente y de nuevo en el año 2001 otro atentado terrorista, el llevado a cabo contra las Torres Gemela de Nueva York, tuvo también unas consecuencias devastadoras.

[20] Es bien sabido que unos pocos años después y tras una negociación con el gobierno español, ETA-político-militar se disolvió.

[21] No hace falta recordar que este proceso simbólico usado para construir al enemigo al que se piensa aniquilar, mediante todo tipo de relatos o imágenes que lo deshumanizan, ya fue utilizado por los nazis con los judíos. Mediante la prensa, libros, folletos y películas los nazis difundieron ampliamente una imagen del judío como ser infrahumano. También en Ruanda y antes de que comenzaran las matanzas masivas de tutsis, la propaganda del gobierno pro hutu ya les había adjudicada el calificativo de "cucarachas".

[22] También incluyeron en esta categoría de lo infrahumano a los "camellos" o pequeños traficantes de droga.

[23] En 1977 la Cortes Españolas promulgaron una Ley de Amnistía que liberó de la cárcel a todos los presos de ETA.

[24] En la capital de España y por aquel entonces ya actuaba el comando "Madrid". uno de los comandos más mortíferos en toda la historia de ETA.

[25] Hay dos observaciones importantes que hacer aquí. En primer lugar, que ETA no se atrevió a reivindicar el atentado con bomba llevado a cabo en 1974 en la cafetería Rolando de Madrid y en el que murieron 12 personas todas ellas civiles. Pero pasados casi 15 años no sólo reivindica este tipo de atentados sino que los generaliza. En segundo lugar, que ETA nunca, salvo alguna rarísima excepción, ha atentado con coche bomba en el País Vasco o Navarra.

[26] Quizás la detención el 2 de abril de 1990 del etarra Henri Parot cuando se dirigía a Sevilla cargado de material sea uno de los mejores ejemplos, dada la importancia de este individuo que fue el jefe del sanguinario comando itinerante, formado exclusivamente por ciudadanos franceses y una de cuyas acciones más sanguinarias fue el atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza y en el que murieron cinco niñas y dos mujeres. A Henri Parot le fueron atribuidas 82 muertes.

[27] Ciertamente que el atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001 lo pone claramente de manifiesto.

[28] Hay una escena de la película Días contados de Imanol Uribe en la que el etarra, personaje interpretado por Carmelo Gómez, que lleva acumulada una gran rabia y frustración y que se encuentra conduciendo por las calles de Madrid en plena tensión, ve en la calle a un policía solitario y descuidado y decide, en un pronto, salir del coche y dispararle dos tiros por la espalda. Este es un ejemplo en imágenes de cómo los terroristas pueden asesinar simplemente al ver una oportunidad de hacerlo. Así sucedió cuando Txabi Etxebarrieta disparó por la espalda al guardia civil de tráfico Ángel Pardines y más recientemente cuando un dirigente de ETA, al parecer Antón Carrera, asesinó en Francia a dos guardias civiles desarmados a los que habían sorprendido en una acción de seguimiento y vigilancia.

[29] Reuter, C.- 2004 My Life is a Weapon. A Modern History of Suicide Bombing. Princeton: Princeton University Press. P. 116duce un texto aquí...