Montaigne
Michel Eyquem, Lord of Montaigne (1533-1592)
(1) Michel de Montaigne. 1991 The Complete Essays. London: Penguin Books P. 755
The Complete Essays (1571-1592)
To the Reader
'Do what thou hast to do, and known thyself' - that great precept is often cited by Plato; (2), each clause of it embraces our entire duty, generally, and similarly embraces its fellow. Whoever would do what he has to do would see that the first thing he must learn is to know what he is and what is properly his. And whoever does know himself never consider external things to be his; about all other things he loves and cultivates himself: he rejects excessive concerns as well as useless thoughts and resolutions. [Folly never thinks it has enough, evem when it obtains what it desires, but W]isdom is happy with is to hand and is never vexed with itself] (3)
Michel de Montaigne. Essais. Book I, Chapter III " Our emotions get carried away beyond us"
(2) Plato. Timaeus, 72a. Cf. Erasmus, Adages , Nosce teipsum (I,VII,XCV)
(3) Cicero Tusc, disput,. V, xviii
Los libros son amenos; mas si con su trato frecuente perdemos al fin la alegría y la salud, nuestros bienes más preciados, abandonémoslos. Soy de esos que piensan que el fruto que de ellos se saca no puede compensar esta pérdida. Así como los hombres que se sienten debilitados desde largo tiempo por alguna indisposición se ponen en manos de la medicina haciéndose prescribir por ella ciertas reglas de vida que no deberían desobedecer, así también el que se retira, aburrido y hasta de la vida vulgar, ha de conformar ésta a las reglas de la razón, dirigiéndola y ordenándola con buen juicio. Debería despedirse de toda suerte de trabajo, sea cual sea la forma bajo la que se presente, y huir generalmente de las pasiones que impiden la tranquilidad del cuerpo y del alma, eligiendo el camino que mejor se acomode a su natural,
Sólo me agradan a mí los libros amenos y fáciles, que me divierten, o aquellos que me consuelan y aconsejan para ordenar mi vida y mi muerte"
Es la ambición lo más opuesto al retiro. La gloria y el reposo son dos cosas que no pueden alojarse en la misma morada.
Y es el caso que el fin, creo yo, es siempre el mismo: el vivir más a nuestro gusto y a nuestra anchas (...) Por lo tanto no basta con apartarse de la gente; no basta con cambiar de lugar, es menester apartarse de las condiciones populares que están dentro de nosotros; es menester secuestrase y recuperarse de uno mismo (...) Nos llevamos con nosotros los grilletes: no es una libertad plena, volvemos aún la mirada hacia lo que hemos dejado, tenemos lleno de ello la imaginación.
Ha de tener, quien pueda, mujer, hijos y bienes; mas sin atarse a ellos de forma que su destino de ellos dependa. Hemos de reservarnos una trastienda muy nuestra, libre, en la que establezcamos nuestra verdadera libertad y nuestro principal retiro y soledad. En ella se ha de tener ordinaria charla con uno mismo y tan privada que ninguna relación o comunicación extraña halle en ella lugar
Michel de Montaigne, Ensayos. Libro I. Capítulo XXXIX "De la soledad"
Las cosas en sí mismas pueden que tengan su peso, su medida y su forma; mas internamente, en nosotros, ella [se refiere al alma como entendimiento] las mide según su entender. Es la muerte espantosa para Cicerón, deseable para Catón, indiferente para Sócrates. Despójanse al entrar, la salud, la consciencia, la autoridad, la ciencia, la riqueza, la belleza y sus contrarios, para recibir del alma nuevo ropaje y del color que a ella le plazca: pardo, verde, claro, oscuro, agrio, dulce, profundo, superficial y que plazca a cada una de ellas; pues no han cotejado ni estilos ni reglas ni formas: cada una es reina en su estado. Por ello no busquemos justificación en las cualidades externas de las cosas: hemos de rendirnos cuentas a nosotros mismos. No depende nuestro bien y nuestro mal sino de nosotros, Hagámonos nuestras ofrendas y nuestros votos, y no a la fortuna: nada puede ella contra nuestras costumbres
.....pues la necedad y la docilidad se da en el vulgo, y que le hace ser propicio a que lo manejen y embauquen por los oídos con el dulce sonido de esa armonía, sin que se le ocurra pesar y conocer la verdad de las cosas por la fuerza de la razón, esa docilidad, digo, no se da tan fácilmente en uno sólo y es más fácil protegerlo con buena educación y buen consejo de la impresión de ese veneno.
Michel de Montaigne, Ensayos. Libro I. Capítulo L "De Demócrito y Heraclio"
Si nos paráramos a veces a estudiarnos y empleásemos el tiempo que usamos en examinar a los demás y en conocer las cosas que están fuera de nosotros, para profundizar en nosotros mismos, nos percataríamos fácilmente de lo débiles y falibles que son las piezas de las que se compone nuestra persona ¿ No es acaso singular prueba de la imperfección el no poder asentar nuestro contento en cosa alguna, y el que, incluso por deseo o imaginación, esté fuera de nuestro alcance el elegir lo que nos hace falta? Buena prueba de ello es esa gran disputa que ha existido siempre entre los filósofos para dar con el supremo bien del hombre, que aún dura y durará eternamente, sin solución ni acuerdo; como quiera que sea aquello que conozcamos y de lo que gozamos, sentimos que no nos satisface y vamos suspirando tras las cosas futuras y desconocidas, pues las presentes no nos sacian en modo alguno: a mi parecer no porque tengan con qué saciarnos sino porque las tomamos con arrebato enfermo y desenfrenado
Michel de Montaigne, Ensayos. Libro I Capítulo LIII "De una frase de César"
Puede decirse con verdad, que hay ignorancia analfabeta, la cual va antes de la ciencia; y otra doctoral, que viene tras la ciencia; ignorancia que la ciencia hace y engendra; al igual que deshace y destruye la primera (...) que si estos ensayos fueran dignos de ser tenidos en cuenta, pudiera ocurrira mi parecer, que no agradaran apenas a las mentes comunes y vulgares, ni tampoco a las singulares y excelentes; aquellas no entenderían bastante, y estas entenderían demasiado; sólo podrían malvivir en la región de enmedio."
Michel de Montaigne, Ensayos. Libro I Capítulo LIV "De las vanas sutilezas"
Presento las ideas humanas y las mía simplemente como ideas humanas, y consideradas por separado, no como dictadas y regidas por la ordenanza celestial e imposibles de ser puestas en tela de juicio o discutidas; materia opinable, no materia de fe; lo que discurro por mí mismo, no lo que creo por Dios, así como los niños proponen sus ensayos; instruibles no instructivos; de una manera laica, no clerical, mas siempre muy religiosa.
Michel de Montaigne, Ensayos. Libro I Capítulo LVI "De las oraciones"
LIBRO II
Flotamos entre opiniones diversas, nada queremos libremente, nada absolutamente, nada constantemente.
No es raro dice un clásico, que el azar tenga tanto poder sobre nosotros, puesto que por azar vivimos. El que no ha dirigido el conjunto de su vida un determinado objetivo, le es imposible disponer los actos individuales. Es imposible colocar las piezas para aquel que no tiene la forma del conjunto en la cabeza. ¿ De qué le sirve hacer una provisión de colores a aquel que no sabe lo que va a pintar? Nadie hace un proyecto seguro sobre su vida y solo podemos decidir sobre cierto aspectos de ella.
Estamos todos hechos de retazos y somo de constitución tan informe y diversa que cada pieza a cada momento desempeña su papel. Y existe tanta diferencia entre uno y uno mismo como entre uno y los demás.
Michel de Montaigne, Ensayos. Libro II Capítulo I " De la inconstancia de nuestros actos".
Y no es sólo receta para una única enfermedad: la muerte es la receta para todos los males. Es un puerto muy seguro al que jamás se ha de temer y sí se ha de buscar a menudo. Viene a ser lo mismo que el hombre se ponga fin a sí mismo o que sufra ese fin; que corra al encuentro de ese día o que le espere; venga de donde venga, siempre será el suyo; por cualquier lugar que se rompa el hilo, todo él estará allí, es el extremo del ovillo. La muerte más voluntaria es la más bella. La vida depende de la voluntad de otros; la muerte de la nuestra (...) El vivir es servir, si falta la libertad de vivir.
Y es ridícula la idea de desdeñar la vida. Pues es nuetro ser y nuestro todo al fin. Las cosas que tienen un ser más noble y rico pueden criticar el nuestro; mas es contra natura que nosotros nos despreciemos y desdeñemos a nosotros mismo; es enfermedad particular y que no se da en ninguna otra criatura la de odiarse y despreciarse. Igualmente vano es querer ser distinto de lo que somos.
Michel de Montaigne, Ensayos. Libro II. Capítulo III "Una costumbre de la isla de Ceos"