La invención de los Pirineos
Publicado el 24 de enero de 2010 en Heraldo de Aragón
La representación de la alta montaña europea a partir de la magnificencia de sus paisajes comenzó, alentada primero por la Ilustración y después por el Romanticismo, en el sigo XVIII en los Alpes, pero éste fue un proceso general en Europa y que, por supuesto, llegó inmediatamente a los Pirineos, la segunda gran cordillera de Europa Occidental. Un geólogo, escritor y alpinista francés, Ramond de Carbonniéres fue el pionero pues en 1802 llevó a cabo la primera ascensión documentada al pico de Monte Perdido de 3.355 metros y al que se consideraba entonces la más alta cumbre pirenaica. Ramond ya había publicado en 1789 sus Observations faites dans les Pyrénées pour servir de suite à des observations sur les Alpes, la obra fundacional del pirineísmo.
El 10 de Agosto de 1878 Franz Schraeder y Henri Passet ascienden a los picos Eristes y les acompañan dos porteadores de la zona. Me ha llamado la atención por lo infrecuente, que en el relato de esta aventura los porteadores tengan cierto protagonismo. En su ascensión a los Eristes y tras atravesar un glaciar han de franquear las últimas y escarpadas paredes que les separan de la cima a través de una canal y entonces escribe Schrader: "
Hago que el porteador más joven abra la marcha, pues el muchacho se siente intimidado por el aspecto que ofrece el corredor y no hace más que decir que nos precipitaremos al fondo del glaciar y nos haremos pedazos: así le cortamos la retirada. Le sigo de cerca; detrás de mí camina el segundo porteador. Aún no hemos subido ni sesenta metros cuando el joven pisa un reguero de hielo sucio, se agarra como puede, y echa a llorar diciendo que no está dispuesto a seguir adelante".
En 1864 el conde Henry Russell, ya había recorrido estos mismos parajes acompañado por un guía y se propuso subir al pico de Posets de 3.367 metros, segunda cima del Pirineo y que sólo unos pocos años antes, en 1856, H. Halkett había conquistado por primera vez. Ésta es la descripción que hace Russell del panorama que desde allí se divisa:
"La vista del pico Posets es de un esplendor incomparable (...) Pero eran las tres, es demasiado tarde para soñar en lo alto de una montaña. Mi pobre pastor, inquieto y mudo, estaba pálido como un muerto.."
El contraste que ofrecen estas páginas entre unos, los pirineístas, venidos del norte, la ciudad, la escritura o incluso la ciencia y los otros, gentes de la montaña salidos de los pequeños pueblos pirenaicos y de la pura oralidad, resulta evidente. En la alta montaña, un espacio siempre por encima de los 2.000 metros, los primeros se extasían ante un panorama que describen con la escritura o que capturan con la fotografía y los segundos se sienten inseguros y no desean sino regresar cuanto antes al refugio que les ofrecen sus valles y aldeas. No olvidemos, sin embargo, que son estos pirineístas quienes han fabricado los personajes: el explorador-deportista-naturalista-científico-escritor de una parte y el campesino-pastor de la montaña de otra. Pero, ¿quiénes son cada uno de ellos? Pues no podríamos saberlo si no fuera por el testimonio escrito, ya que las escenas que aquí se nos describen se desvanecieron hace siglo y medio. En cualquier caso sí sabemos que los montañeros pirineístas venía de lejos, que eran ajenos a los valles pirenaicos y que tras llevar a cabo sus hazañas, se marcharon por donde habían venido. Los montañeses, cuyos nombres desconocemos, debieron vivir y morir allí, en el mismo territorio en relación al cuál los "otros" siguen siendo recordados en tanto que ellos no dejaron apenas huella de su paso por estos episodios que tanto han contribuido a fundar lo que hoy conocemos como los Pirineos. Hay aquí una paradoja sobre la que deseo hacer girar mi relato.
Podríamos asegurar que en el espacio límite por encima de los 2.000 metros, el "otro", que venía de fuera y escribía o fotografiaba, miraba con intensidad y entusiasmo cuanto le rodeaba y el "yo", el pastor de la montaña, sufría y maldecía. El paisaje pirenaico nació así de la mirada de un "otro" y los Pirineos existieron, como tales, a partir de esta mirada. De entre toda la literatura pirineísta he seleccionado dos breves párrafos parar realizar una lectura que pretende ser histórico-cultural. Fueron los Carboniéres, Lequeutre, Wallon, Schrader, Saint-Saud, Russell, Tissandier o Briet quienes en conjunto dieron a conocer los Pirineos y de hecho ellos fueron sus descubridores o lo que es lo mismo los descubridores de sus paisajes.
Empero debemos preguntarnos acerca de nuestros guías y porteadores, esos seres anónimos a los que vemos padecer tanto en estos relatos y que he venido en representar como un "yo"; ¿acaso escribieron?. He buscado textos que incluyeran la descripción de espacios localizados en la alta montaña del valle de Gistau para apreciar cómo veían sus habitantes el espacio de la alta montaña y me he remontado hasta el año 1350 cuando el 23 de Agosto Pelegrín de Castro, notario público de "la vall de Gistau", da fe de una concordia entre los vecinos de este valle y los de la población de Aínsa para reparar el camino de Francia. No me puedo resistir a citar este fragmento en su lengua original, el aragonés notarial de aquella época:
"Conoscan todos cómo Sancho Mayral, vezino de Gistáyn e procurador constituydo de los jurados e universidades de los lugares de Gistáyn, de Plan e de Sant Johan, de la vall de Gistau (...) en nopne procuratorio (...) por las ditas universidades (...) nos obligamos a vos Domingo d' Ueso, vecino de Aynsa y procurador constituydo de los jurados et homnes buenos de la universidad de la villa de Aínsa (...) de adobar et fer aptar, pareyllar e mantener et reparar, bueno et suficient camino dentro de la dita vall de Gistau, es a saber, de la fradugada de Latre et d'allí asuso entro a cema del puerto de Gistáyn, que salle a la vall d' Arra, pora passar e levar e retornar las ditas mercaderías e cosas en la vall d' Arra sobredita, de manera que toda acenbla carregada, sienes periglo pueda acaminar por no prender dapno a falta de camino, exceptado caso fortuyto de nieu ho de gelo."
El espacio es aquí una referencia a la seguridad, puesto que al subir a lo más alto o " asuso entro a la cema" es esto lo que verdaderamente importa. Así se expresa una representación del territorio hecha desde dentro y que no es por tanto la de un "otro" ni corresponde a una mirada. El espacio es mencionado en función de los usos a los que se le somete, en este caso de tránsito y destacando igualmente la atribución al territorio de ciertas propiedades peligrosas y entre todas ellas, la nieve y el hielo que vendrían a ser incontrolables. La vista de este "yo", al que vengo identificando como un campesino que habitaba la montaña pirenaica, estaba hecha de referencias toponímicas que desencadenaban narrativas, relatos que referían sucesos, anécdotas, leyendas y puede ser que incluso algún mito. Una edificación, una linde, un prado o un pedazo de bosque pertenecían a alguien o allí había sucedido algo. La vista del nativo sobre su propio territorio es narrativa antes que paisajística, pues ve pero no mira. Las gentes de los valles pirenaicos del Altoaragón sólo han llegado a utilizar el término "Pirineo", nunca "Pirineos", recientemente pues para ellos su territorio fue siempre la "montaña".
Los Pirineos los "inventaron" los pirineístas franceses porque ellos fueron los primeros que los miraron y describieron. Es importante reparar en que para poder hacer esto necesitaban escribir o fotografiar y esto con ser importante, no es sino la consecuencia de poseer una mirada y que esa mirada tuviera su inspiración en una teoría del paisaje algo que ya había sido inventado a finales del siglo XV y comienzos del XVI por los artistas del norte de Europa, por gentes como Alberto Durero o Joachim Patinir