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- "Progreso" y "reacción"

Publicado el 14 de julio de 2016 en Heraldo de Aragón


Hay un historiador británico, Orlando Figes, que es especialista en la historia de Rusia y la Unión Soviética. Para mí la lectura de algunos de sus libros, desde Los que susurran (2007) a El baile de Natacha (2002), que leí hace algún tiempo, ha sido inolvidable. La revolución rusa (1996), que estoy leyendo ahora, me ha llevado a reflexionar comparativamente sobre la historia de España y la permanencia entre nosotros de algunas ideas que han tenido un largo recorrido histórico, por lo menos desde la época zarista previa a la revolución rusa de 1917. El concepto fundamental que analiza Figes se expresa a través de una palabra de origen ruso, intelligentsia, que nació allí en la segunda mitad del siglo XIX para definir a un conjunto de personas que influyeron y mucho en la revolución rusa y posteriormente en toda la izquierda europea y en la española en la actualidad. Antes de arribar a nuestro presente veamos, sin embargo, cómo define Figes a esta intelligentsia:

 " Convencida de que sus propias ideas eran la clave para el futuro del mundo, de que el destino de la humanidad dependía del resultado de sus propias luchas doctrinales, la intelligentsia rusa dividía el mundo en fuerzas de "progreso" y de "reacción", amigos y enemigos de la causa del pueblo, sin dejar ningún espacio intermedio para los que dudaban. Aquí se encuentran los orígenes de la cosmovisión totalitaria. Aunque a ninguno de ellos le hubiera gustado admitirlo, había mucho en común entre Lenin y Tolstoi". 

Ciertamente que tanto Tolstoi, un aristócrata, terrateniente y gran escritor como Lenin, procedente de la burguesía ilustrada rusa, vinieron a ser los dos máximos exponentes de esa intelligentsia, pero también podríamos mencionar a Bakunin, Kropoktin, y Plejanov, líderes revolucionarios rusos de la segunda mitad del siglo XIX. Finalmente fue esta intelligentsia rusa, en su versión bolchevique, la que dirigió la revolución con los resultados que pasados los años todos conocemos, un desastre totalitario. Esta cosmovisión totalitaria había nacido en el contexto de la autocracia zarista motivada por el complejo de culpa que tenían un buen número de aristócratas y burgueses hacia el "pueblo", que no era tanto la gente real de Rusia, campesinos y obreros, como la idealización que esta intelligentsia había imaginado para convertir su propia ilusión en el sujeto de la revolución. Al fin tuvieron éxito.

A partir de la revolución rusa esta dicotomía tajante, o "progreso" o "reacción", dominó el pensamiento y las estrategias de toda la izquierda europea. En España fue intensamente movilizada por anarquistas, socialistas, comunistas y republicanos de izquierda, alcanzando su mayor intensidad y virulencia durante la guerra civil de 1936 a 1939. Mientras duró el franquismo alentó el ansia del antifranquismo por el derrocamiento de la dictadura y cuando salimos de esta dictadura sin que este derrocamiento tuviera lugar, inspiró a mucha gente especialmente joven, que habiendo vivido la dictadura encontró en esta dicotomía una visón simple, pero contundente, del mundo en el que vivían. Fue a esta cosmovisión, formalizada doctrinalmente por el marxismo, a la que nos adherimos, quienes, como en mi caso, nos estábamos formando en la universidad en los últimos años de vigencia de la dictadura. Pero entonces llegó la Transición y esta dicotomía empezó a resquebrajarse y en la izquierda aparecieron las primeras disensiones a medida que se iba negociando la Transición. En el PSOE el congreso en el que primero dimite Felipe González y se produce después el abandono del marxismo, resultó ser un hito fundamental en este proceso, igual que lo había sido antes la aceptación de la monarquía por parte del PCE. La Constitución Española es el mejor ejemplo de la quiebra de la cosmovisión leninista que había poseído a la izquierda española durante mucho tiempo. España vivió dos décadas en las que ya no la dividía tan intensamente la oposición entre "rojos" y "fachas", por decirlo coloquialmente, lo cual permitió avanzar y mucho a nuestro país.

Las cosas se torcieron a partir de los últimos dos años del gobierno de José María Aznar y a raíz de su implicación en la guerra de Irak. A la izquierda del PSOE hubo una intensificación notable del activismo que usaba tanto los nuevos medios de comunicación como internet como acudía a todos los ismos y movimientos alternativos posibles para dotar de nuevo contenido, tras el fracaso de la Unión Soviética y el desprestigio del marxismo, a la misma dicotomía, o "progreso" o "reacción". Desde el pacifismo al feminismo, desde el ecologismo al nacionalismo, desde el posmodernismo al poscolonialismo, todas estas ideas eran buenas para darle contenido de nuevo al "progreso". Estos movimientos contagiaron al PSOE y la necesidad de emularlos se instaló en el socialismo democrático. En 2004 el 11M fue el detonante que acabó por dividir a los españoles y la llegada al gobierno de Rodríguez Zapatero dio alas a una reideologización posmoderna del PSOE que volvió a utilizar de nuevo la dicotomía tradicional del totalitarismo, aunque eso sí con nuevas formas y contenidos, pero con la misma separación tajante entre unos y otros. Surgieron entonces términos como "guerracivilismo" o "cainismo", que ya utilizara en 1938 Chaves Nogales, y que atendiendo a la historia de España, trataban de reflejar esta situación que muchos ciudadanos españoles deplorábamos y que hizo que nos alejáramos de la izquierda y el PSOE.

Tras las últimas elecciones del 26 de Junio en las que el PSOE ha obtenido los peores resultados de su historia, su renovación desde la base parece surgir como una necesidad ineludible. Desde el punto de vista de quien, como es mi caso, una vez fue votante socialista, el mantenimiento de términos como "gobierno de progreso" para caracterizar posibles alianzas con grupos políticos de inspiración leninista , "reaccionario" o "facha" para referirse a quien no piensa como tú, el "no y no" para el fomento de cordones sanitarios y en general la negación del "otro" a quien se le atribuyen todos los males posibles, debería ser revisada. Seguir creyendo que el mundo se divide en fuerzas "progresistas" y fuerzas "reaccionarias", es una simpleza que ignora la complejidad, diversidad, y pluralidad de un mundo en el que hay mucho más que la guerra entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, algo que podía servir como juego infantil, como sermón amenazador o como recurso retórico en un discurso de George Bush. Un buen paso en la renovación del PSOE podría ser el abandono en su infraestructura ideológica de esta "cosmovisión totalitaria", como la califica Orlando Figes o "cosmovisión sectaria" que es como yo preferiría llamarla en el caso concreto del PSOE.